domingo, 4 de mayo de 2014

Aires de Milonga, prolongación de luz

Milonga, feliz regalo que Dios ha hecho a los hombres
música de renombre que en suelo argentino se prolonga
tal vez tu sinuosa sombra en las noches se haga estrella
y en el cielo donde no hay brecha
alcances consumación
que si hoy mi alma halla perdón
tal vez mañana en canto
se estremezca.

Personalmente encuentro que el arte tradicional que mejor representa nuestra etnicidad argentina es la música, y que su representante acabado es lo que se ha denominado 'música surera', más precisamente el estilo conocido como milonga campera.

La milonga campera ha sido por un lado el resultado criollo gestado por los payadores gauchos de antaño y que aún pervive en cantores folklóricos asociados al ámbito rural, fruto de un proceso involuntario propio a una identidad cultural que se define a sí misma, y por el otro lado ha sido la madre de la milonga urbana solidaria del tango rioplatense.

Hubo una íntima y hasta espiritual consubstanciación entre el gaucho, personaje señorial de nuestra historia, y la música, expresión de un sentir grave y profundo. Y la música serviría de soporte para que ese sentir elaborara su mensaje, antiquísimo rumor transportado por el viento, como bien nos supo contar don Atahualpa Yupanqui. La guitarra fue prolongación del interior gaucho, y si bien el virtuosismo se reducía a unos pocos acordes, lo hacía triunfar el temple de la voz, el sentido pronunciado, la imagen noble del cantor, que también era poeta innato como mensajero de antepasados ilustres, los santos milagrosos y el alma del sabio invocados por Martín Fierro al comenzar a cantar sus versos. La milonga campera nace espontáneamente de esas fuentes que han bendecido sus notas y les han conferido color de universalidad. Ella es la supervivencia gaucha que se prolonga a través de los tiempos, y esto se nota al comparar cómo otros estilos folklóricos han caído presas de la moda que ha inculcado la reversión de estilos tradicionales deformando su sentido original, como ha sucedido con la zamba, la chacarera y otros ritmos norteños. No ha ocurrido lo mismo con los estilos propiamente sureños, que han mantenido su impronta original, su mensaje primordial de gauchismo y tradición rural. De aquí que consideremos que nuestra etnicidad se vea definida por el machazo criollismo de herencia gaucha que guardan los exponentes de la milonga campera, regalo de Dios para los hombres de este suelo argentino. Podríamos citar los grandes pendones de nuestra cultura tradicional, algunos que ya no están, otros que aún siguen avivando la llama criolla del sentir campesino: don José Larralde, Alberto Merlo, Argentino Luna, Omar Moreno Palacios, Víctor Velázquez, Jorge Cafrune, José Ballesteros, Claudio Agrelo, don Atahualpa Yupanqui, Suma Paz... Mensajeros de un sentir vernáculo que debemos aprender a escuchar, respetar, disfrutar y difundir, para que la luz del espíritu gaucho nos siga iluminando y encontremos en él los nutrientes para que sobreviva nuestra identidad cultural.


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