Milonga,
feliz regalo que Dios ha hecho a los hombres
música
de renombre que en suelo argentino se prolonga
tal
vez tu sinuosa sombra en las noches se haga estrella
y
en el cielo donde no hay brecha
alcances
consumación
que
si hoy mi alma halla perdón
tal
vez mañana en canto
se
estremezca.
Personalmente encuentro que el
arte tradicional que mejor representa nuestra etnicidad argentina es la música,
y que su representante acabado es lo que se ha denominado 'música surera', más
precisamente el estilo conocido como milonga campera.
La milonga campera ha sido por
un lado el resultado criollo gestado por los payadores gauchos de antaño y que
aún pervive en cantores folklóricos asociados al ámbito rural, fruto de un
proceso involuntario propio a una identidad cultural que se define a sí misma,
y por el otro lado ha sido la madre de la milonga urbana solidaria del tango
rioplatense.
Hubo una íntima y hasta
espiritual consubstanciación entre el gaucho, personaje señorial de nuestra
historia, y la música, expresión de un sentir grave y profundo. Y la música
serviría de soporte para que ese sentir elaborara su mensaje, antiquísimo rumor
transportado por el viento, como bien nos supo contar don Atahualpa Yupanqui.
La guitarra fue prolongación del interior gaucho, y si bien el virtuosismo se
reducía a unos pocos acordes, lo hacía triunfar el temple de la voz, el sentido
pronunciado, la imagen noble del cantor, que también era poeta innato como
mensajero de antepasados ilustres, los santos milagrosos y el alma del sabio
invocados por Martín Fierro al comenzar a cantar sus versos. La milonga campera
nace espontáneamente de esas fuentes que han bendecido sus notas y les han
conferido color de universalidad. Ella es la supervivencia gaucha que se
prolonga a través de los tiempos, y esto se nota al comparar cómo otros estilos
folklóricos han caído presas de la moda que ha inculcado la reversión de
estilos tradicionales deformando su sentido original, como ha sucedido con la
zamba, la chacarera y otros ritmos norteños. No ha ocurrido lo mismo con los
estilos propiamente sureños, que han mantenido su impronta original, su mensaje
primordial de gauchismo y tradición rural. De aquí que consideremos que nuestra
etnicidad se vea definida por el machazo criollismo de herencia gaucha que
guardan los exponentes de la milonga campera, regalo de Dios para los hombres
de este suelo argentino. Podríamos citar los grandes pendones de nuestra
cultura tradicional, algunos que ya no están, otros que aún siguen avivando la
llama criolla del sentir campesino: don José Larralde, Alberto Merlo, Argentino
Luna, Omar Moreno Palacios, Víctor Velázquez, Jorge Cafrune, José Ballesteros,
Claudio Agrelo, don Atahualpa Yupanqui, Suma Paz... Mensajeros de un sentir
vernáculo que debemos aprender a escuchar, respetar, disfrutar y difundir, para
que la luz del espíritu gaucho nos siga iluminando y encontremos en él los
nutrientes para que sobreviva nuestra identidad cultural.
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