lunes, 21 de octubre de 2013

Martín Fierro: "La Virtud de la Mujer"

                                               "...a mi amada mujer"

Cuanto el hombre es más salvaje
trata pior a la mujer.
Yo no sé que pueda haber
sin ella dicha ni goce.
¡Feliz el que la conoce
y logra hacerse querer!

Todo el que entiende la vida
busca a su lao los placeres.
Justo es que las considere
el hombre de corazón.
Sólo los cobardes son
valientes con sus mujeres.

Pa servir a un desgraciao
pronto la mujer está.
Cuando en su camino va
no hay peligro que la asuste;
ni hay una a quien no le guste
una obra de caridá.

¡Quién es de un alma tan dura
que no quiera a una mujer!
Lo alivia en su padecer:
si no sale calavera,
es la mejor compañera
que el hombre puede tener.

Si es güena, no lo abandona
cuando lo ve desgraciao;
lo asiste con su cuidao
y con afán cariñoso,
y usté tal vez ni un rebozo
ni una pollera le ha dado.

No se hallará una mujer
a la que esto no le cuadre.
Yo alabo al Eterno Padre
no porque las hizo bellas,
sino porque a todas ellas
les dio corazón de madre.

Es piadosa y diligente
y sufrida en los trabajos.
Tal vez su valer rebajo
aunque la estimo bastante;
mas los indios inorantes
la tratan al estropajo.

jueves, 17 de octubre de 2013

Argentino Luna - "A los argentinos"

Si a los argentinos se nos diera un día
por amar la tierra que nos vio nacer,
seguro que muchas cosas cambiarían
y el trigo en el surco empezaría a creer.

Si a los argentinos se nos diera un día
por hablar poquito y mucho trabajar,
seguro que el techo no se llovería
y en mesa de pobres habría más pan.

Si a los argentinos se nos diera un día
por tener lo nuestro con sinceridad
y no andar pensando que si es importado
todo lo de afuera se debe comprar.

Si a los argentinos se nos diera un día
por ser un equipo no lo individual
y no andar creyendo, somos los mejores
sino que entre tantos somos unos más.

Si a los argentinos se nos diera un día
por medirnos justos con vara real
y dejar de lado tanta altanería
digo en una de esas se podría cambiar.

Si a los argentinos se nos diera un día
por dejar de lado nuestra vanidad
y enterrar por siempre tanta hipocresía
y vivir de frente con la realidad.

Si a los argentinos se nos diera un día
por no andar mirando lo que pasa allá
y vestir el traje que nos pertenece
tendríamos seguro nuestra identidad.
y vestir el traje...
y vestir el traje...

lunes, 14 de octubre de 2013

Al furcio de un fulano mediocre

Tal vez una de las más desafortunadas intenciones de quienes se encargan de establecer parámetros en nuestro mundo moderno sea la de acabar con todo atisbo de Tradición o de raigambre tradicional en los pueblos. Entiéndase que no restringimos, esta vez, lo tradicional a lo meramente espiritual, sino también lo llevamos al resultado cultural que identifica el ser de una comunidad específica y lo torna distintivo entre los demás.

La Tradición es la herramienta apropiada para que logremos trascender la instancia 'brutal' (de bruto, animal) que diariamente nos enajena en la lucha por la supervivencia en un mundo materialista y caótico. De esa instancia 'brutal' ha surgido la voraz enfermedad que necesita acabar con todo lo que se oponga a su tarea envilecedora para lograr el acabamiento necesario de su estado de mediocridad. Haciendo nuestras las palabras de don José Larralde: estamos metidos en un vagón de mediocridad. Esto no es ignorancia. Al ignorante se lo puede sentar, se le puede enseñar y puede que deje atrás su ignorancia. En cambio el mediocre es peor, porque siendo ignorante se cree que se las sabe todas. Y eso es muy peligroso. La instancia 'brutal' que nos aqueja se sirve de la mediocridad para someternos a la más falaz influencia de la peor ignorancia: creyendo saber 'qué' somos desconocemos lo esencial, es decir, 'quienes' somos. Así también nuestro bendito Profeta Muhammad (que Dios le conceda paz) dijo que la segunda etapa de la ignorancia sería peor que la primera. La primera se dio en la época en que él llegó para transmitir la revelación. Gran cantidad de hombres se comportaban incorrectamente porque desconocían las normas básicas de la convivencia y porque resentían una falta considerable de educación. Hoy en día, época de la segunda ignorancia, la gente se dice 'saber' y actúa peor que aquellos de la época anterior, manifestando una ignorancia mayor y más nociva. Al que se cree 'saber', en su cerrazón, nada se le puede enseñar.

Estos ignorantes, brutos, mediocres, bocas sueltas, nos han sobrepasado. Formando parte inconsciente de una agenda mayor que los utiliza a su antojo, hacen del desparpajo una eclosión de imbecilidad que sólo los somete a la burla ajena (de aquellos que perciben el error) y a la falta de claridad mental. Y así se creen con el derecho y la libertad de decir y hacer lo primero que sus satanes personales les susurran indecorosamente.

Acabar con la raigambre tradicional y que nuestra juventud sea un manojo de hongos con identidades falsarias, réprobas e 'infernales': la mediocridad institucionalizada que se erige en pos de la contracultura de mercado. Hoy la moda quiere que la incivilización y la chabacanería redunden en libertad de expresión y movimiento de masas.

Con todo esto hemos querido aludir a las palabras desafortunadas vertidas desde la jeta insalubre de un músico moderno (un tal Fernando Ruíz Díaz) que han pretendido ensuciar una de las prácticas de nuestra tradición vernácula y nuestro folclore en la plaza que lleva el nombre de uno de nuestros grandes antepasados (José Hernández, en Jesús María, Córdoba), si bien nuestros conceptos pueden ser aplicados a todos los que desde esa 'brutalidad' tan falta de amor, llevan a cabo la obra de subversión del mundo moderno.

Quiera Dios que la sensatez y la sabiduría nunca nos falten.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Raíces de Tradición

"Árbol que guarda sus ráices
siempre le suebra corteza"
-Don José Larralde-

Hoy mucho se cacarea sobre los desmanes del imperialismo y de la creciente defensa de la soberanía de los 'supuestos' pueblos libres. Sin embargo, y teniendo en cuenta que esa 'libertad' sólo es una ficción conceptual, se ignora el alcance de un imperialismo tal vez más devastador que el de la imposición violenta. Nos referimos al imperialismo cultural, que es uno de los resultados más acabados del imperialismo que se ejerce sobre la mentalidad tanto individual como general. ¿Quién es realmente libre de las cadenas subrepticias de ese enorme monstruo global que sutilmente impone sus parámetros y leyes de atrofia e inmoralidad? Bástenos recordar la inquisidora necesidad que se nos ha hecho piel, esa necesidad de consumo que virtualmente nos devora y que aplaza nuestros valores humanos elementales y los remplaza por la depredadora irreflexión de una vida sin sentido y sin belleza. Bástenos recordar que todo lo que se nos 'fuerza' a consumir es el resultado demagógico de una visión de desarraigo y despojo cuya única finalidad es ejercer libremente su despotismo espiritual en nombre de una mentida igualdad que promueve como natural y plausible el más irreverente libertinaje, la más vil sujeción a las pasiones inferiores y la desconexión con lo que nos hace ser y nos da expansiones. Pues un espíritu expansionado es un espíritu libre, y un espíritu libre lo es en tanto que sepa 'ver' la realidad y ajustarse a los mandatos decidores de la verdad, destello revelador que es un reflejo interior de la voz de Dios.

Sin embargo, parapetados tras ideologías subversivas impuestas por el mismo aparato de poder que moviliza los resortes de todo imperialismo mental, sucumbimos a la idolatría carcelaria de supuestos enajenantes que lejos de facilitar soluciones generan aún más violencias y disfunciones quitándonos claridad. Seamos cuidadosos. El imperio es una inmensa maquinaria que se escabulle y se oculta tras tramposas mascaradas. De todos modos sus furcios no dejan de ser harto evidentes: así tenemos a los imberbes rebeldes que desde la industria del seudo-arte promocionan levantamientos que no pasan de la moda y el momento, frágiles sucedáneos del vuelo libertador; así tenemos a los momificados oligarcas de la política representando un sainete descomunal que para aplauso gana en desprecio y de burla en llanto; así tenemos el arma virtual que nos condena al inculto manoseo de lo tecnológico y su ética robótica de interacción maquinal; así tenemos la pantalla-medio de (in)comunicación, prolífica herramienta para la enseñanza del inculto estereotipo que sin saña nos conduce a la más cruel paradoja de la vida: no creer en nada más que lo que se ve, se oye, se lee y se reproduce en fantasmal proyección.

Despertar nos hará libres; despertar, conocer nuestras raíces, amar a ultranza nuestra urdimbre tradicional. Tradición, tenaz enemiga del gran inquisidor, culto de nuestros antepasados- patriarcas forjadores de identidad viril, tensión espiritual que impulsa a la propia trascendencia, religiosa consciencia de formar parte del plan de Dios y su movimiento vertical. Debemos instruirnos en ella, vivirla, saborearla, ser sus hijos, sus defensores, sus guerreros, sus transmisores, ser como el árbol que se hunde en la tierra para ofrecer sus retoños al cielo, como la montaña que impertérrita se mantiene frente a los embates del pampero y como el cóndor macho que en vuelo triunfal sobre la altura cordillerana vislumbra su destino de grandeza soberana.

El suelo fértil, como el vientre materno, genera nueva vida y da cobijo al alma que busca su eternidad alumbrar. ¡Tradición, tierra fértil por Dios fecundada, que tu sabiduría dé luz a nuestros pasos en rumbo al más allá!