Ante nuestra realidad actual
preguntamos: ¿Dónde ha quedado la virtud heroica de defender con uñas y dientes
el espacio sagrado que nuestros antepasados nutrieron con sudor y sangre?
Debemos aprender acerca de
nuestros Antepasados Patriarcales para fortalecer los rasgos identitarios que
harán de nosotros una raza vigorosa para el combate presente y la esperanza
futura. Un pueblo sin identidad redunda en sumisión y esclavismo, y toda
esclavitud es ruindad para la consciencia que así nada sabrá diferenciar, y en
el embrollo tomará como beneficio lo que en realidad es un mal irremediable.
Toda virtud heroica sólo puede
surgir de una identidad arraigada en su propio centro. Cuando hablamos de
'Antepasados Patriarcales' aludimos a quienes con sus ejemplos de hombría
fueron la representación acabada de las ansias de Libertad, Justicia y Verdad
que serían las encargadas de dar forma al espíritu de esta raza. Ellos son el
eje sobre el cual gira la virtud heroica de quien hace Patria.
Hacer Patria es actualizar en
cada momento de nuestras vidas los valores fundamentales sobre los que se
asienta el espíritu de nuestra raza, aquellos que definen nuestra identidad y
nos nuclean bajo el amparo unívoco de una Tradición que nos distingue a los
ojos del mundo: prodigalidad, honradez, decencia, austeridad, franqueza,
sentido del honor, por sólo nombrar unos pocos.
Estos hombres -Patriotas-
fueron la luz que desde el Cielo se hizo manifiesta sobre esta tierra para
iluminar y nutrir los pasos de las generaciones venideras, ejemplos de lealtad
al Dios que al traerlos al mundo les encomendaba la titánica tarea de
establecer los cimientos del espacio sagrado donde la humanidad -nuestra
humanidad- podría desarrollar sus posibilidades de forma equilibrada y acorde a
la Sabiduría que ese mismo Dios ha insuflado como característica original del
espíritu de la raza.
Una identidad poderosa y
auténtica se forja en el seguimiento de modelos decidores. Sin modelos de
conducta nuestra identidad sólo puede ajustarse al molde falsario de quienes
buscan imprimir una obsoleta uniformidad sobre la mentalidad y el sentir
general. Debemos reflexionar seriamente en lo que esto comporta.
La 'cultura global' -o
'globalización'-, impulsada y promovida desde los liberalismos oscurantistas
que se arrogan el poder mundial, es una herramienta sutil concebida para la
manipulación de las masas cuyo objetivo es la dominación total de las
consciencias imponiendo un orden tiránico en el que el libertinaje y el
salvajismo, el vicio y la inmoralidad, sean los parámetros para una existencia
caótica y desprovista de sentido. Esta 'cultura global', en su siniestro afán
de uniformidad, busca acabar con toda identidad tradicional, destruyendo los
modelos patriarcales de heroísmo, honor y lealtad, haciéndonos hundir en el
suicidio de la voluntad que supone el culto idolatralizado de la
'matriarcalidad' (el culto telúrico a la deidad femenina, recipiente, pasiva,
moldeable).
Por esto anteponemos sobre ese
principio femenino y maleable, el ejemplo tronante de nuestros Antepasados
Patriarcales, representantes del iridiscente principio activo encargado de
'imponer' -cualidad de Majestad que infunde respeto e instruye en él-, de
generar identidad propia desde la voluntad obrante cuya fuente de acción es la
espiritualidad que se 'impone' y 'da vida' a la materia inerte dispuesta a
recibirla. La 'cultura global', con sus leyes de atrofia y disfunción, busca
convertirnos en una masa uniforme, una materia inerte cuyo atributo sea la
disposición a ser moldeada según el antojo del dominador de turno. En cambio la
Tradición nos devuelve a nuestra originalidad, haciendo de nosotros agentes
espiritualmente activos en la manifestación esencial de la raza.
Preciso es entonces que nos
volvamos a nuestros Antepasados y bebamos de sus ejemplos conductuales para
recuperar nuestra identidad y convertirnos en auténticos héroes de este suelo
sagrado. Sin transformación no hay victoria.
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