viernes, 19 de septiembre de 2014

Sikus y Sikuris, música nativa tradicional

El poblador nativo de América asumió desde siglos el lenguaje de la naturaleza y la tomó de guía. La historia está llena de esa concordancia, así como del respeto e intuición que se mantiene a lo desconocido; desde esta cosmovisión emerge la eterna esperanza de bienestar simplificada en las costumbres y las creencias. Es en este contexto, entre simbolismos y realidad, donde encontramos a los Sikuris, músicos nativos tradicionales.

El elemento material e instrumento musical del Sikuri es el Siku: este consta de dos partes separadas (Ira, el macho, y Arka, la hembra) que se necesitan y complementan para conseguir melodías gracias a la técnica del diálogo musical; el Siku por lo tanto se toca en pareja, y la tropa (grupo de Sikuris) viene a ser la junta de varias parejas de Iras y Arkas que se fusionan para existir. A esta dualidad unitaria, tanto del instrumento como de los instrumentistas, y que viene a representar la concepción esencial para la vida, la conocemos como JJAKTASIÑA IRAMPI - ARCAMPI, entendido como ponerse de acuerdo, recibir-devolver, producir algo nuevo.

El siku es un instrumento de viento constituido por un conjunto de cañas, que se utiliza en el altiplano de Bolivia, Perú y Norte Argentino; la denominación proviene del idioma aymara, "siktasiña", que quiere decir preguntarse o comunicarse, actividad humana social y natural del hombre altiplánico, que acercándose y comunicándose puede lograr grandes desarrollos comunales. Este instrumento universalmente es conocido como zampoña o flauta de pan; en el idioma quechua se le denomina "antara".

En las culturas del mundo el soplo está asociado con el génesis, la energía y la magia. En el Sikuri todo eso lo encontramos, desde las cañas tomadas de la Pachamama (tierra) y convertidas en Siku (instrumento), hasta el fervoroso arrebato humano del Sikuri (músico) que al darle su aliento lo transforma en Sikuri (música); música destinada nuevamente a la pachamama, pues su función es propiciar la buena cosecha. Es el simbolismo de la vida, el ciclo y la eternidad; por eso cada sesión de Sikuris intuitivamente desemboca en ritual, su energía trasciende lo artístico y evoluciona en espiritualidad y vigor.


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