Domingo Faustino Sarmiento, en
su obra clásica 'Facundo', la cual originalmente fue escrita como una denuncia
desde la óptica liberal al régimen tradicional de don Juan Manuel de Rosas,
establece asombrosos -si bien despectivos- paralelos entre la vida de campaña
del beduino y el gaucho. No está demás aclarar que, al establecer estos
paralelos, Sarmiento tiene en mente a los habitantes seminómadas del Norte de África
(de Argelia más precisamente), que en su mayoría eran de origen bereber,
quienes suponían una evidente contracara para los intereses civilizadores
(colonialistas) de la Francia de entonces. Sarmiento no duda en trasplantar a
nuestra pampa la imagen del beduino, que transformado aquí en gaucho es el
obstáculo que deberá ser superado para implantar el proyecto liberal y
civilizador que el prócer europeizante ha concebido para la Argentina. Sin
embargo debe quedar claro que el paralelo de Sarmiento no es ideal o
imaginario: sus viajes al África dejarán testimonio de las indudables
semejanzas entre musulmanes y gauchos esbozadas en un primer momento en su
Facundo.
Escribe Sarmiento:
"La
vida pastoril nos vuelve impensadamente a traer a la imaginación el recuerdo de
Asia, cuyas llanuras nos imaginamos siempre cubiertas aquí y allá de las
tiendas del calmuco, del cosaco, o del árabe. La vida primitiva de los pueblos,
la vida eminentemente bárbara y estacionaria, la vida de Abraham, que es la del
beduino de hoy, asoma en los campos argentinos aunque modificada por la
civilización de un modo estraño" (cit. Verdevoye 693).
"Las
hordas beduinas que hoy importunan con sus algaradas y depredaciones las
fronteras de Argelia, dan una idea exacta de la montonera argentina... La misma
lucha de civilización y barbarie, de la ciudad y el desierto existe hoy en
Africa; los mismos personajes, el mismo espíritu, la misma estrategia
indisciplinada entre la horda y la montonera"
(Facundo, cit. Verdevoye 694).
Ahora bien, en sus Viajes en
Europa, África y América (1847) el paralelismo se acentúa profundamente tras
una visión aún más concreta de los acontecimientos en el Norte de África que le
sirven de ejemplo para su tarea en la Argentina. En su ensayo 'Beduinos en la Pampa: El espejo oriental de
Sarmiento', Isabel de Sena apunta que la carta que Sarmiento escribe de
Argelia es una apología del colonialismo francés. Haciendo un análisis de las
cartas escritas por Sarmiento en aquel momento, De Sena escribe: "El
avance de la civilización, o de la colonización, es sistemáticamente metaforizado
como movimiento, frente al cual el inmovilismo autóctono se convierte en
resistencia irracional: de un lado están las calles árabes, estrechas, húmedas
y oscuras, donde se sientan los árabes en el suelo fumando o tejiendo en
actitudes ancestrales, inmutables; del otro lado se ve el bullicio: 'transformación y movimiento; i al paso
que van las cosas, dentro de poco podrá sin impropiedad llamarse este país la
Francia africana' (pág. 173). El avance francés en territorio africano, en
el lenguaje típico del viajero occidental en África o en América, se asocia a
la pulcritud, la luz, el movimiento, el esplendor (...). El campo semántico de
lo árabe está, al contrario, marcado por la oscuridad, la credulidad,
irracionalismo, primitivismo, fanatismo religioso y, obviamente, barbarie. Son
la serpiente en la hierba (pág. 175), una plaga (175). Hijos de una misma
especie, de un mismo 'tronco' (177)
que los judíos, han degenerado, y personifican los aspectos nefastos de su
cultura pastoril de origen: 'Árabe era
Abraham i por mas que los descendientes de Ismael odien i desprecien a sus
primos los judíos, una es la fuente de donde parten estos dos raudales
relijiosos que han trastaornado la faz del mundo; del mismo tronco ha salido el
Evangelio i el Koran; el primero preparando los progresos de la especie humana,
i continuando las puras tradiciones primitivas; el segundo, como una protesta
de las razas pastoras, inmovilizando la intelijencia i estereotipando las
costumbres bárbaras de las primeras edades del mundo' (177). La
Providencia, en forma de Historia, intervino para dispersar a los hebreos
cuando dejaron de tener un papel que desempeñar en el mundo (177), reemplazados
en el lineal movimiento hacia adelante por el cristianismo, pero los árabes,
que han mantenido sus costumbres pastoriles, se convierten en estorbo, un
obstáculo a la civilización". Estas apreciaciones serán trasladadas a la
Argentina: el estorbo será el gaucho, símil pampeano del árabe, y el gobierno
'tiránico' de Juan Manuel de Rosas, cuya base social la conformaba el gaucho,
será homologado con las 'tiranías' del Oriente y del África (por aquel entonces el Imperio Otomano.
Curiosamente Sarmiento relaciona el rojo punzó del federalismo con el rojo
otomano como símbolo de 'barbarie'). El 'atraso' obstaculizador frente al
'movimiento' civilizador es representado por el pueblo islámico tradicional en
Argelia y por el gaucho en la Argentina. Las pautas 'negativas', que Sarmiento
percibe como características anquilosadoras, pertenecen a un acervo cultural y
espiritual compartido que emparentan tradicionalmente al musulmán
árabe-africano y al gaucho argentino.
Como todo ideólogo europeizante
y liberal, Sarmiento mide el desarrollo social a partir del progreso material y
la civilización capitalista.
El capitalismo surge de la mano
de la industrialización, y ésta es sinónimo de 'progreso y civilización' en la
mentalidad liberal. De aquí que el Islam y su sistema de vida impliquen lo
contrario y sea tildado de bárbaro, retrógrado y estacionario por el imaginario
de las potencias europeas.
En quienes llevan una vida
sencillamente frugal el consumismo promovido por el capitalismo no funciona en
modo alguno. Por esto es que toda forma de vida que implique austeridad y
conformidad debe ser literalmente 'borrada' para que se 'imponga' el tan
mentado desarrollo moderno. Esto es lo que sucedió en Argentina con el gaucho y
lo que viene aconteciendo en el mundo Islámico con la pretensión de acabar con
la Sunnah (modo de vida tradicional) profética.
Sin mercado de consumo no hay
capitalismo posible; y sin capitalismo el desarrollo material (progreso y
civilización) es prácticamente nulo. De aquí la concentración que se produce en
los grandes centros urbanos donde se impone el consumo (a partir de los
supuestos del bienestar material, etc.) y se generan grandes mercados de
ilimitada oferta y demanda. El espíritu nómada (emancipador y desapegado) de
gauchos y místicos es prácticamente destruido por el proyecto liberal de la
modernidad.
Similarmente a su visión del
árabe, Sarmiento dice del gaucho: "Tengo
odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil...
Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única
fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen
salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que
los cristianos se degraden..." (Carta a Mitre fechada el 24 de
septiembre de 1861). "Se nos habla
de gauchos... La lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes.
No trate de economizar sangre de gauchos...es lo único que tienen de humano.
Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma
criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos"
(Carta a Mitre fechada el 20 de septiembre de 1861). "Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se
obtenga con tratarlos mejor" (Carta a Mitre, marzo de 1862).
Decidido a conocer las causas
de todo 'progreso' y 'atraso' social, Sarmiento inicia los Viajes ya citados
que dejará documentados para la posteridad. En líneas generales, atribuye el
atraso de la Argentina al elemento español que ha predominado en los habitantes
de nuestra tierra, elemento sumamente arabizado, y que debe ser exorcizado
mediante el ideario y la inmigración europea (francesa e inglesa) y
estadounidense, representantes acabados del desarrollo liberal, capitalista y
republicano. A su paso por España escribe: "El
español de hoy es el árabe de ayer, frugal, desenvuelto, gracioso en la Andalucía,
poeta y ocioso por todas partes; goza del sol, se emborracha poco, y pasa su
tiempo en las esquinas, figones y plazas. Las mujeres llevan velo sobre la
cara, la mantilla, como las mujeres árabes. Se sientan en el suelo en las
iglesias, sobre un tapiz o alfombra con las piernas cruzadas a la manera
oriental. En todo el mundo cristiano lo hacen en sillas, en Roma incluso. Los
hombres llevan la faja colorada de los moriscos; los andaluces la chamana, los
valencianos la manta y las gabuchas; los picadores conservan los estribos; y el
gobierno de los Capitanes generales, cadies absolutos de las provincias que se
entrometen en hacer justicia a la maneta de Aroun al-Raschid. Rézanse tres
oraciones al día, en contraposición a las tres plegarias enunciadas por el
Muhezzin...".
Ahora bien, es justamente ese
elemento árabe, proveniente del Norte de África (bereber, diríamos), el que
distingue negativamente a España del resto de la Europa progresista que para
Sarmiento representa Francia. Y justamente ese elemento es el que de mano del
Caudillaje y el gaucho suponen el atraso desafortunado para la república
naciente. Aclaremos que tanto Sarmiento como Mitre fueron solamente
instrumentos de un proceso que por entonces se cumplía a nivel mundial y que
culminaría en el mundo moderno tal cual lo conocemos. Ilustrativa resulta la
siguiente anécdota: el 29 de septiembre de 1868, en un banquete que la
masonería ofrece a Sarmiento y a Mitre, éste, agitando un instrumento masónico,
dice: "¿Qué es Sarmiento? Un pobre
hombre como yo, un instrumento como este..." (Mitre, 'Discurso
masónico', en Arengas Selectas, pág. 83).
***
A modo de conclusión: en
Argelia habita una etnia bereber, los Zouaouas (o Zwawas), quienes durante
mucho tiempo habían sido reclutados para el ejército turco-otomano. Hacia 1830,
con la conquista francesa de Argelia, esta tribu ofrecerá sus servicios al
ejército francés. Este cuerpo de infantería será conocido como 'Zuavo'.
Observando fotografías e imágenes de los zuavos, comprobamos con admiración las
enormes similitudes con nuestros gauchos, en cuanto a rasgos físicos y
vestimenta. Refiriéndonos a esta última: el albornoz, cuyo parentesco con el
poncho es indudable; chaqueta corta sin cuellos, chaleco, voluminosos
pantalones que se asemejan al chiripá y la bombacha criolla, faja de lana, polainas
de lana blanca muy similares a las botas de potro, y un gorro tipo fez. Algo de
esto seguramente tuvo Sarmiento oportunidad de ver en su viaje a Argelia, lo
que le permitió homologar al musulmán norteafricano con el gaucho argentino. Algunas imágenes de zuavos:
La cultura, en cuanto a hábitos
y costumbres, y la espiritualidad, en cuanto a experiencia singular de la vida,
establecen luminosas semejanzas entre el musulmán y el gaucho. Conocerlas
enriquecerán nuestra cultura y nuestra espiritualidad.