Sólo los hombres buenos viven
todo un día.
Nacen por la mañana,
serenos ante el sol que se
levanta;
erguido desde el alma,
con los pies más abajo que los
zapatos;
con la cara tranquila;
con la mente educada a pensar
'qué es el camino';
qué silencio es mejor;
¿cuál es el grito?; ¿cuándo
decir 'no quiero'?;
¿cuándo aceptar lo inaudito?.
Por qué llorar de risa y reír
en un llanto, ¿por qué?.
Sólo los hombres buenos viven
todo un día.
Sólo los hombres buenos
aguardan un instante;
escuchan la verdad del que
está enfrente,
comparan su verdad con las
verdades
de cada humanidad que hace que
exista.
Sólo los hombres buenos tienen
prisa
en señalar el rumbo a la
vertiente,
para que cada sed sea apagada
con el agua de todos los
bautismos.
Sólo los hombres buenos ponen
su fe encima de las piedras,
para que el mundo vea y sepa
que la fe
siempre es cúspide y puente en
los abismos.
Sólo los hombres buenos
ignoran que lo son,
cantan cuando el silencio
aturde en el cerebro
y cuando en primavera revienta
el corazón de la semilla,
y el sonido culto de las
flores y el polen lanza su dulzor de vida,
sólo los hombres buenos en
silencio ponen en cada flor una sonrisa.
Sólo el hombre que es bueno se
desvela
por ser mejor que él mismo
cada día
sin comparar lo bueno de los
otros ni permitirse el lujo de ser guía.
Sólo los hombres buenos son buenos hombres.
El pan del hombre bueno es
diferente
por ser igual al pan del que
lo niega,
aunque el pan generoso
oferente no
sepa quién lo escupe y quién
lo riega.
Si pudiera encontrarte en el
camino
y preguntarte simplemente
'¿cómo te va?, ¿sos feliz?'.
Si pudiera ver tu rostro tal
cual fuera,
sin el tonto ocultamiento que
los hombres ofrecemos como alivio
a quien por nosotros se
desvelan.
Si pudiera seguir tu paso por
la senda del tiempo,
alentando tu marcha, vigilando
tu anhelo,
recogiendo de a uno los
minutos de vida
que sin darte cuenta quedarán
detrás tuyo
como flores herméticas,
perfumando otro mundo.
Si pudiera decirle al eterno
futuro en una tarjetita:
'Recomiéndote a mi hijo, no lo
trates muy duro.
No le regales nada
pero dale el apuro de ser un
hombre bueno,
de ser noble y seguro.
Si puedes darle ingenio,
que sea claro, no oscuro,
prefiero que sea esclavo
antes que sea verdugo.
Y una sola palabra al final de
su curso.
Dios en todas las horas de su
vida y su mundo,
y por Dios te lo ruego, no lo
trates muy duro.'
***
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