sábado, 24 de noviembre de 2012

Sabiduría Tradicional de la Pampa


Dentro del acervo sapiencial que la Tradición ha organizado en normas de conducta para el desarrollo del ser humano sobre la faz de la tierra, encontramos que los pueblos y razas que han precedido los tiempos modernos convergen en un mismo punto esencial desde el que se diversifican en matices y colores particulares correspondientes a la cultura que los desarrolla.
Consideramos el flujo sapiencial de la Tradición como un acontecimiento extemporáneo que se realiza en el tiempo del mundo, por esto, si bien la sabiduría tradicional se dirige al hombre de todos los tiempos, guardando así un sentido propiamente universal, nos hemos referido a una precedencia en cuanto a los tiempos modernos ya que en estos la humanidad en general se ha desvinculado de la Tradición (que es un vínculo consigo mismo, con sus posibilidades inherentes) para integrarse a un movimiento signado por el materialismo, el consumo desmedido, la secularización y el apabullante avance tecnológico que le ha hecho perder todo contacto con la esencia de la realidad.
Aun así, la Tradición y su sabiduría perviven al margen de la generalidad pública, brindándose abiertamente a todo aquel que con sinceridad y un corazón sediento busque conocer la verdad y vivir de acuerdo a ella.
En esta parte del globo, en Sudamérica, más precisamente aquí, en Argentina, esa "marginalidad" tradicional (entendiendo "marginalidad" como el estar al margen de lo habitual, de lo publicitado, de lo oficializado por el credo modernista) viene representada por el Gaucho, heredero de la sabiduría extemporánea que ha sido el alma para los pasos de la humanidad en el mundo y en todos los tiempos. Debido a esta marginalidad al Gaucho también se lo excluye del ámbito "progresivo" de las urbes y su congestión civilizadora, confinándolo al ámbito ecuestre de lo "rural", lo que confiere aun más originalidad a su herencia tradicional. Y con Gaucho no nos referimos a la imagen subvertida del matrero pendenciero que refugiado en la solución etílica de ginebras polutas sólo era una representación simiesca de si mismo (representación que haría los goces "progresistas" de por ejemplo más de un Sarmiento). Sino a aquel hombre libre de la pampa, arquetipo de emancipaciones victoriosas, heredero de un nomadismo ancestral que, guitarra en mano (la guitarra como el facón, el sable, el rifle son símbolos olvidados de una hombría ya perdida en la bravuconada de la tirana sujeción al molde foráneo que busca descompaginar la virtud y ahogarla en la pesadez de lo mentido) hilvanaba versos desde la fibra misma de saberes primordiales, tan antiguos y siempre vigentes como la osamenta de la humanidad.
Un hombre de letras, nacido en el seno de una familia estanciera, lo que naturalmente le llevó a relacionarse con gauchos desde niño, don José Hernández, prolífico autor del Martín Fierro, escribió en el prologo a "La vuelta de Martín Fierro":
“El gaucho no aprende a cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en variados y majestuosos panoramas se extiende delante de sus ojos. Canta porque hay en él cierto impulso moral, algo de métrico, de rítmico que domina en su organización, y que lo lleva hasta el extraordinario extremo de que, todos sus refranes, sus dichos agudos, sus proverbios comunes son expresados en dos versos octosílabos perfectamente medidos, acentuados con inflexible regularidad, llenos de armonía, de sentimiento y de profunda intención.
Eso mismo hace muy difícil, sino de todo punto imposible, distinguir y separar cuales son los pensamientos originales del autor, y cuales los que son recogidos de las fuentes populares.
No tengo noticia que exista ni que haya existido una raza de hombres aproximados a la naturaleza, cuya sabiduría proverbial llene todas las condiciones rítmicas de nuestros proverbios gauchos.
Qué singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos mas incultos, expresar en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones mas antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos escuchaban con veneración de boca de sus sabios mas profundos, de Sócrates, fundador de la moral, de Platón y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Seneca; que los hombres del Norte les dieron lugar preferente en su robusta y enérgica literatura; que la civilización moderna repite por medio de sus moralistas mas esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.
Indudablemente, que hay cierta semejanza íntima, cierta identidad misteriosa entre todas las razas del globo que solo estudian en el gran libro de la naturaleza; pues que de él deducen, y vienen deduciendo desde hace mas de tres mil años, la misma enseñanza, las mismas virtudes naturales, expresadas en prosa por todos los hombres del globo, y en versos por los gauchos que habitan las vastas y fértiles comarcas que se extienden a las dos márgenes del Plata.
El corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.”
Ya en nuestros días el Profesor Shamsuddin D'Elía ha demostrado en un pormenorizado trabajo la continuidad cultural entre los inmigrantes españoles de origen Musulmán (cuya ascendencia se remonta a los pastores nómadas del Norte de África) y el Gaucho, siendo en parte este el resultado del mestizaje entre nativos e inmigrantes, lo que redunda en una herencia tradicional que complementa con la apreciación citada de José Hernández.
No está de más agregar que, según lo expone el tradicionalista francés Rene Guenon, tradicionalmente el Arte de los pueblos nómades, al no estar circunscripto por determinaciones espaciales (el nómade encuentra en la extensión ilimitada el carácter sagrado de su libertad, análoga al vuelo del espíritu emancipado), es esencialmente sonoro, remitiéndose a las expresiones de la poesía y la música.
El Arte es un vehículo de la Tradición, su transmisor, y tanto para los pueblos nómadas del Norte de África como para los Gauchos de la pampa, la poesía y la música constituyen el fundamento para su expresión.
Como toda forma Tradicional, la sabiduría gauchesca ha permanecido supeditada a la transmisión exclusivamente oral, y los registros literarios que actualmente se conocen son de autores "cultos" que han dado en mostrar una realidad virtualmente desconocida para la urbana ficción. Por ejemplo, el ya citado Hernández, Rafael Obligado, Leopoldo Lugones, y otros.
Sin embargo, como lo hemos dicho anteriormente, la Tradición aun pervive en grandiosos exponentes que al margen de lo fácilmente comerciable y domesticable siguen difundiendo mediante el Arte auténticas verdades tradicionales, frescas y extemporáneas. Tal es el ejemplo de uno de los más grandes referentes de la cultura argentina: Don José Larralde.
La Tradición continúa latiendo poderosamente sus verdades primordiales desde la refulgente luz que estalla en la consciencia despierta. Nos corresponde a nosotros, como integrantes de esta cultura y como antecedentes de próximas generaciones por venir, educarnos y educar en los valores tradicionales, revalorizar nuestra experiencia tanto individual como colectiva, recuperar el correcto discernimiento de lo que realmente nos beneficia y nos perjudica, ser capaces de obrar de acuerdo al sabio mandato de ser hombres libres, íntegros y de beneficio, teniendo siempre presente que bajo la mirada atenta de Dios sólo la humildad, la valentía, la servidumbre y el dominio de nosotros mismos nos harán vencedores en la prueba de la vida. Sólo de nosotros depende.

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