Dentro del acervo sapiencial
que la Tradición ha organizado en normas de conducta para el desarrollo del ser
humano sobre la faz de la tierra, encontramos que los pueblos y razas que han
precedido los tiempos modernos convergen en un mismo punto esencial desde el
que se diversifican en matices y colores particulares correspondientes a la
cultura que los desarrolla.
Consideramos el flujo
sapiencial de la Tradición como un acontecimiento extemporáneo que se realiza
en el tiempo del mundo, por esto, si bien la sabiduría tradicional se dirige al
hombre de todos los tiempos, guardando así un sentido propiamente universal,
nos hemos referido a una precedencia en cuanto a los tiempos modernos ya que en
estos la humanidad en general se ha desvinculado de la Tradición (que es un
vínculo consigo mismo, con sus posibilidades inherentes) para integrarse a un
movimiento signado por el materialismo, el consumo desmedido, la secularización
y el apabullante avance tecnológico que le ha hecho perder todo contacto con la
esencia de la realidad.
Aun así, la Tradición y su
sabiduría perviven al margen de la generalidad pública, brindándose
abiertamente a todo aquel que con sinceridad y un corazón sediento busque
conocer la verdad y vivir de acuerdo a ella.
En esta parte del globo, en
Sudamérica, más precisamente aquí, en Argentina, esa "marginalidad"
tradicional (entendiendo "marginalidad" como el estar al margen de lo
habitual, de lo publicitado, de lo oficializado por el credo modernista) viene
representada por el Gaucho, heredero de la sabiduría extemporánea que ha sido
el alma para los pasos de la humanidad en el mundo y en todos los tiempos.
Debido a esta marginalidad al Gaucho también se lo excluye del ámbito
"progresivo" de las urbes y su congestión civilizadora, confinándolo
al ámbito ecuestre de lo "rural", lo que confiere aun más
originalidad a su herencia tradicional. Y con Gaucho no nos referimos a la
imagen subvertida del matrero pendenciero que refugiado en la solución etílica
de ginebras polutas sólo era una representación simiesca de si mismo
(representación que haría los goces "progresistas" de por ejemplo más
de un Sarmiento). Sino a aquel hombre libre de la pampa, arquetipo de
emancipaciones victoriosas, heredero de un nomadismo ancestral que, guitarra en
mano (la guitarra como el facón, el sable, el rifle son símbolos olvidados de
una hombría ya perdida en la bravuconada de la tirana sujeción al molde foráneo
que busca descompaginar la virtud y ahogarla en la pesadez de lo mentido)
hilvanaba versos desde la fibra misma de saberes primordiales, tan antiguos y
siempre vigentes como la osamenta de la humanidad.
Un hombre de letras, nacido en
el seno de una familia estanciera, lo que naturalmente le llevó a relacionarse
con gauchos desde niño, don José Hernández, prolífico autor del Martín Fierro,
escribió en el prologo a "La vuelta de Martín Fierro":
“El
gaucho no aprende a cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en
variados y majestuosos panoramas se extiende delante de sus ojos. Canta porque
hay en él cierto impulso moral, algo de métrico, de rítmico que domina en su
organización, y que lo lleva hasta el extraordinario extremo de que, todos sus
refranes, sus dichos agudos, sus proverbios comunes son expresados en dos
versos octosílabos perfectamente medidos, acentuados con inflexible
regularidad, llenos de armonía, de sentimiento y de profunda intención.
Eso
mismo hace muy difícil, sino de todo punto imposible, distinguir y separar
cuales son los pensamientos originales del autor, y cuales los que son
recogidos de las fuentes populares.
No
tengo noticia que exista ni que haya existido una raza de hombres aproximados a
la naturaleza, cuya sabiduría proverbial llene todas las condiciones rítmicas
de nuestros proverbios gauchos.
Qué
singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos mas
incultos, expresar en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos
morales que las naciones mas antiguas, la India y la Persia, conservaban como
el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos escuchaban
con veneración de boca de sus sabios mas profundos, de Sócrates, fundador de la
moral, de Platón y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente
el afamado Seneca; que los hombres del Norte les dieron lugar preferente en su
robusta y enérgica literatura; que la civilización moderna repite por medio de
sus moralistas mas esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente
en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.
Indudablemente,
que hay cierta semejanza íntima, cierta identidad misteriosa entre todas las
razas del globo que solo estudian en el gran libro de la naturaleza; pues que
de él deducen, y vienen deduciendo desde hace mas de tres mil años, la misma
enseñanza, las mismas virtudes naturales, expresadas en prosa por todos los
hombres del globo, y en versos por los gauchos que habitan las vastas y
fértiles comarcas que se extienden a las dos márgenes del Plata.
El
corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.”
Ya en nuestros días el Profesor
Shamsuddin D'Elía ha demostrado en un pormenorizado trabajo la continuidad
cultural entre los inmigrantes españoles de origen Musulmán (cuya ascendencia
se remonta a los pastores nómadas del Norte de África) y el Gaucho, siendo en
parte este el resultado del mestizaje entre nativos e inmigrantes, lo que
redunda en una herencia tradicional que complementa con la apreciación citada
de José Hernández.
No está de más agregar que,
según lo expone el tradicionalista francés Rene Guenon, tradicionalmente el
Arte de los pueblos nómades, al no estar circunscripto por determinaciones
espaciales (el nómade encuentra en la extensión ilimitada el carácter sagrado
de su libertad, análoga al vuelo del espíritu emancipado), es esencialmente
sonoro, remitiéndose a las expresiones de la poesía y la música.
El Arte es un vehículo de la
Tradición, su transmisor, y tanto para los pueblos nómadas del Norte de África
como para los Gauchos de la pampa, la poesía y la música constituyen el
fundamento para su expresión.
Como toda forma Tradicional, la
sabiduría gauchesca ha permanecido supeditada a la transmisión exclusivamente
oral, y los registros literarios que actualmente se conocen son de autores
"cultos" que han dado en mostrar una realidad virtualmente
desconocida para la urbana ficción. Por ejemplo, el ya citado Hernández, Rafael
Obligado, Leopoldo Lugones, y otros.
Sin embargo, como lo hemos
dicho anteriormente, la Tradición aun pervive en grandiosos exponentes que al
margen de lo fácilmente comerciable y domesticable siguen difundiendo mediante
el Arte auténticas verdades tradicionales, frescas y extemporáneas. Tal es el
ejemplo de uno de los más grandes referentes de la cultura argentina: Don José
Larralde.
La Tradición continúa latiendo
poderosamente sus verdades primordiales desde la refulgente luz que estalla en
la consciencia despierta. Nos corresponde a nosotros, como integrantes de esta
cultura y como antecedentes de próximas generaciones por venir, educarnos y
educar en los valores tradicionales, revalorizar nuestra experiencia tanto
individual como colectiva, recuperar el correcto discernimiento de lo que
realmente nos beneficia y nos perjudica, ser capaces de obrar de acuerdo al
sabio mandato de ser hombres libres, íntegros y de beneficio, teniendo siempre
presente que bajo la mirada atenta de Dios sólo la humildad, la valentía, la
servidumbre y el dominio de nosotros mismos nos harán vencedores en la prueba
de la vida. Sólo de nosotros depende.
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