martes, 28 de enero de 2014

Un Tríptico Fundamental

Ante los evidentes desórdenes sociales, éticos y espirituales que aquejan a los seres humanos en el mundo, y en especial en nuestro territorio argentino, y que redundan en manifestaciones violentas de necedad, desarraigo e insensatez que atentan contra todo posible desarrollo intelectual (de intelecto, el órgano más elevado para el crecimiento del hombre en cuanto a trascendencia de sí mismo) para la humanidad, hemos considerado las posibles soluciones que pueden favorecer positivamente el cambio necesario para que el rumbo del hombre, nuestro rumbo, vuelva a ser el correcto y podamos reconocer con claridad el norte de nuestros objetivos. Así es como hemos dado con un tríptico que consideramos fundamental para el curso de la humanidad, del cual debemos recuperar sus sentidos elementales y así ordenar nuestras vidas de acuerdo a su sabiduría inherente.

Los términos de este tríptico son: Patriotismo, Tradición y Religión. En sus significados propios los tres términos se complementan equilibradamente para formar una unidad indisoluble. Ellos deben ser incorporados urgentemente a la educación de nuestras jóvenes generaciones, ya que como agentes futuros para la transformación son las que más necesitan de criterios sólidos que les permitan un correcto andar sin vacilaciones hacia adelante.

El sentido de Patriotismo está íntimamente vinculado con el amor a lo propio, a la tierra donde se ha nacido, a las costumbres vernáculas, a la pertenencia, sentimiento que se acompaña y potencia con un estudio apasionado de los procesos históricos que han configurado un ser nacional auténtico y diferencial, y el lógico respeto a los héroes que se han encargado de labrar una identidad propia a sangre y sudor, con esfuerzo y perseverancia. Esto trae como consecuencia el riguroso entendimiento de lo que implica el significado de soberanía, su defensa inexorable ante la intromisión de elementos foráneos (sobre todo de índole cultural), el amor al prójimo y el respeto a uno mismo como corolarios necesarios del amor a la tierra y una participación activa en la difusión de los valores culturales de la nación lejos de todo personalismo, chabacanería y frivolidad, tomando la cultura como una herramienta indispensable para el desarrollo del pueblo. Por sobre todas las cosas Patriotismo es educación: si se ama lo propio se lo enseña, se lo transmite, en vistas de que todo caos social se origina en primer lugar desde la ignorancia, y la ignorancia es el peor mal, la gran enfermedad que nutre a toda maldad y a todo vicio. La educación también debe ser reconocimiento y repudio rotundo de todo vicio y maldad.

La Tradición es como la madre del Patriotismo: es el ejemplo raigal de nuestros antepasados encargados de hacer Patria, las pautas conductuales que ellos establecieron como modelos de cultura y de saberes asociados a la esencia de la tierra que les dio nacimiento y crianza, la luminosidad propia del criollismo, sus costumbres y hábitos nativos, todo ello como elementos reconducentes a la originalidad de los hombres en su lugar del mundo. Tradición es raíz, y desde la raíz surge y se alimenta el árbol que dará frutos al cielo. Hundir raíces en el suelo y germinar en lo alto: tal el sentido de la Tradición. Conocer nuestra tradición nos llevará a valorizar nuestras posibilidades culturales como nación, y de aquí el respeto reverente a lo autóctono y su intrínseca belleza.

La Religión es nuestro vínculo necesario con el Dios que nos ha creado y ubicado en un momento y lugar determinados (es decir, de un modo para nada azaroso ni arbitrario), con ciertas posibilidades de desarrollo y con la inteligencia y voluntad suficientes para el crecimiento y la maduración interior. Por esto la Religión viene a ser la Fuente Primigenia y el Nutriente Último para el Patriotismo y la Tradición (de aquí que nuestro Profeta haya dicho que el amor por la tierra de uno es parte de la Fe). Sin Religión no puede haber ninguno de los otros dos, ya que el vínculo con Dios nos enseña a amar y dar valor a lo que realmente se debe amar y valorizar de acuerdo a una sabiduría universal que trasciende todo tiempo y espacio. La Religión nos reconduce a la impersonalidad que se necesita para comprender la valía y virtudes del suelo que nos ha visto nacer, la de nuestros hermanos, la de nuestras posibilidades vernáculas, y nos guía hacia la ética de los comportamientos que nos darán las expansiones definitivas. Sin el vínculo con Dios, con nuestra Realidad trascendente, el tríptico (que nos debe reconducir a Dios) se transforma en fanatismo, intolerancia y exclusivismo. Ante esto nuestra sinceridad, nuestro desapego, nuestro amor, nuestro anhelo, deben marcarse a fuego en nuestros corazones para poder ser partícipes activos en la esperanza de este movimiento transformador. De otra manera, imposible.

Creemos absolutamente indispensable que estos tres conceptos arraiguen como modos vivenciales en nuestra experiencia diaria; ellos serán los encargados de revelarnos una visión sana y equilibrada de nuestro ser en el mundo y el obrar en consecuencia. El trabajo comienza de manera individual: si se quiere un cambio, se debe empezar por uno mismo para luego llegar a los demás con la cabalidad del buen ejemplo.

Quiera Dios concedernos la inmensa fortuna de mejorar y poder ser útiles herramientas para el andar de la humanidad. De Él dependen nuestros resultados y a Él se remiten.