-El origen Morisco del Gaucho- por el Prof. Shamsuddin Elía
Las primeras corrientes moriscas se asentaron en el
Río de la Plata durante los siglos XVI y XVII. Entre otras cosas, acercaron la
cultura ecuestre y el origen de la palabra gaucho Nuestra tesis, fundamentada
en una extensa y pormenorizada bibliografía, es que el gaucho tiene su origen
en la civilización de Alándalus, la España musulmana (711-1492), cuna de los
pueblos iberoamericanos, de la que recibimos legados como el idioma castellano
en su versión andaluza, con el seseo (pronunciar un sonido silbante s en vez
del sonido ce) y el yeísmo (que consiste en pronunciar la ll como la y: sonando
igual en "llave" o en "yerba", tan común entre los
rioplatenses), ambos de origen morisco.
Con la palabra moriscos (1) se designa comúnmente a los musulmanes del reino nazarí de Granada (rendido por Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492) que, tras la rebelión del barrio del Albaicín (1501), fueron obligados a convertirse al cristianismo (2).
Esta denominación igualmente le sería aplicada a los mudéjares (del árabe mudayyan: "los que se quedaron", o Ahl ad-Dayn: "Gente que permanece, que se domeña"; por extensión, "domesticados", "domeñados"): los "moros sometidos" en los reinos hispanocristianos a partir del siglo XI, quienes disfrutaron de períodos de tolerancia bajo la égida de soberanos como Alfonso X el Sabio (1221-1284) y Pedro I el Justiciero (1334-1369). Éstos desarrollarían un arte que transformó los perfiles de la España cristiana y sería la base fundamental del llamado "arte colonial español" en América (3).
Tras la fracasada rebelión de 1568 -ahogada en sangre por Felipe II y su hermanastro Juan de Austria-, la nobleza de España, más germánica que española, obsesionada por la "pureza de sangre" y el miedo a una sublevación de los moriscos apoyada por los turcos otomanos (4), presionó al rey Felipe III para que procediera a la expulsión masiva de los moriscos. La operación se llevó a cabo entre 1609 y 1614 (5). Los moriscos entonces se asentaron en el Norte de África (Marruecos, Argelia y Túnez). Algunos se quedaron viviendo en España y Portugal, fingiendo ser cristianos nuevos o gitanos, pero permaneciendo fieles a la fe islámica (6). El resto emigró a América en similares condiciones de clandestinidad.
Los moriscos que vinieron a América llegaron mimetizados con los conquistadores y huyendo del estigma impuesto por el inquisidor. Aquí forjaron culturas ecuestres: la de los gauchos (Argentina, Uruguay y Brasil), huasos (Chile) y llaneros (Colombia y Venezuela), con múltiples influencias en la música, costumbres y estilos, desde el folclore argentino a la escuela tapatía mexicana. Éstas simbolizaron su fe, su tradición y sus tremendas ansias de independencia y libertad. También construyeron iglesias, catedrales y residencias mudéjares que todavía nos asombran, pequeñas Alhambras que tuvieron como magnífico marco una nueva y pletórica geografía acunada entre los Andes y el Caribe (7).
El tradicionalista y jurisconsulto argentino Carlos Molina Massey (1884-1964), que ha estudiado el origen del gaucho, se pregunta: "Los ocho siglos de conquista mora habían puesto su sello racial característico en la población íbera: el ochenta por ciento de la población peninsular llegada a nuestras playas traía sangre mora. El gaucho fue por eso como un avatar, como una reencarnación del alma de la morería fundiéndose con el alma aborigen en el gran ambiente libertario de América" (8).La etimología de la palabra "gaucho" Entre el riquísimo y vasto legado andalusí también figura la palabra "gaucho". El jurisconsulto de origen francés y gauchófilo por excelencia Emilio Honorio Daireaux (1843-1916) hace esta reconstrucción: "En la época de las primeras poblaciones en América la dominación de los Árabes en España había terminado por la expulsión o la sumisión; muchos de estos vencidos emigraron. En la pampa encontraron un medio donde podían continuar las tradiciones de la vida pastoril de sus antepasados. Fueron los primeros que se alejaron de las murallas de la ciudad para cuidar los primeros rebaños. Tan cierto es esto que á muchos usos y artefactos allí empleados se les designa con palabras árabes, al pozo, palabra española, se le nombra jagüel, desinencia árabe, y a la manera árabe sacan los pastores el agua. Gaucho es una palabra árabe desfigurada.
Es fácil encontrar su parentesco con la palabra "chauch" que en árabe significa conductor de ganados. Todavía en Sevilla (en Andalucía), hasta en Valencia, al conductor de ganados se le nombra chaucho" (9).Los descubrimientos de Federico Tobal El primer gran teórico sobre los orígenes hispanoárabes del gaucho fue el jurisconsulto, escritor y periodista Federico Tobal (1840-1898). Dice Tobal: "El traje del gaucho no es más que una degeneración del traje del árabe y aún los dos hombres se confunden al primer aspecto. El chiripá, el poncho, la chaqueta, el tirador, el pañuelo en la cabeza y bajo el sombrero, no son más que modificaciones de las piezas del vestido árabe, pero modificaciones ligeras y que no constituyen un traje aparte como el nuestro europeo. (...) Todo en el gaucho es oriental y árabe : su casa, su alimento, su traje, sus pasiones, sus vicios y virtudes y aún sus creencias. (...) Interminable sería agotar esta tesis. Las cosas, los hechos y los accidentes de relación que constatan el origen se ofrecen por doquiera. La semejanza es tan viva que basta la más ligera atención para percibirla.
Ella nos sigue como la sombra sigue al cuerpo y va estampada hasta en la etiqueta (...) Por mayor que sea la indolencia en que haya caído el gaucho, carecerá de árboles o de huerto su hogar, pero no carecerá del pozo que es la cisterna (jagüel o aljibe) para las frecuentes abluciones, alta necesidad de sus costumbres que se nota especialmente entre los pueblos paraguayo y correntino y que no es ciertamente de origen indio" (10).Los reveladores conceptos de Lugones El escritor y político argentino Leopoldo Lugones (1874-1938) es uno de los grandes reivindicadores del alma gaucha, la cultura de la pampa y su legado andalusí. En las citas siguientes resumimos su pensamiento sobre el tema: "Jinete por excelencia, resultaba imposible concebirlo desmontado; y así, los arreos de cabalgar, eran el fundamento de su atavío.
Su manera de enjaezar el caballo, tenía, indudablemente, procedencia morisca. (...) Las riendas y la jáquima (11) o bozal, muy delgados, aligeraban en lo posible el jaez (12), cuyo objeto no era contener ni dominar servilmente al bruto, sino, apenas, vincularlo con el caballero, dejándole gran iniciativa (...) Por lo demás, es sabido que el arte de cabalgar y de pelear a la jineta, así como sus arreos, fue introducido en España por los moros, cuyos zenetes o caballeros de la tribu berberisca de Banu Marín, diéronle su nombre específico. Así, jinete, pronunciación castellana de zenete, fue por antonomasia el individuo diestro en el cabalgar. (...) Las anchas cinchas taraceadas (13) con tafiletes (14) de color, son moriscas hoy mismo. (...) Análogos bordados y taraceos solían adornar los guardamontes usados por los gauchos de la región montuosa. Aquel doble delantal de cuero crudo, que atado al arzón delantero de la montura, abríase a ambos lados, protegiendo las piernas y el cuerpo hasta el pecho, no fue sino la adaptación de las adargas (15) moriscas para correr cañas, que tenían los mismos adornos y casi idénticas hechuras: pues eran tiesas en su mitad superior y flexibles por debajo para que pudieran doblarse sobre el anca del animal" (16).
Y así como la tradición y herencia caballeresca fueron musulmanas, la vestimenta del gaucho también lo fue por añadidura. Lo más evidente de ella son las famosas bombachas de campo (el pantalón por excelencia en todas las regiones islámicas, desde Marruecos al Pakistán) y la faja alrededor de la cintura (típica de los moriscos para esconder la gumia o el facón).
Por eso dice con razón Lugones: "Después notaríase que aquella rudimentaria bombacha abierta (el chiripá), facilita la monta del caballo bravío. El calzoncillo adquirió una amplitud análoga; y los flecos y randas que le daban vuelo sobre el pie, fueron la adopción de aquellos delantales de lino ojalado y encajes, con que los caballeros del siglo XVII cubrían las cañas de sus botas de campaña. Mas, para unos y otros, el origen debió ser aquella bombacha de hilo o de algodón, que a guisa de calzoncillos, precisamente, llevaron en todo tiempo los árabes (De ahí procedieron los zaragüelles (17) análogos de Valencia y de Murcia, por su etimología y por su hechura)" análogos de Valencia y de Murcia, por su etimología y por su hechura). (...) La camiseta abofellada, la chaqueta andaluza, el sombrero chambergo o de media copa a manera de capacho, el poncho heredado de los vegueros de Valencia (18), completaban aquel conjunto de soltura y flexibilidad" (19).
Y al igual que Daireaux, Lugones demuestra el origen árabe de la palabra "gaucho", pero derivándola de uahsh o uahshi, esto es en árabe: montaraz, bravío, arisco, huraño; asimismo, explica cómo su variación fonética alcanza a términos como huaso, guaso, guácharo, guacho, etc (20).
La terminología gauchesca que deriva del árabe es vastísima. Basta con nombrar la alpargata (ár.: al-bargat, "la zapatilla"), el aljibe (ár.: al-yubb, "el pozo"), la guitarra (ár.: al-qitar, "la cuerda"), la moharra (ár. mohárrib, "aguzado": la media luna (21) de hierro con filo que se ponía en la base de las chuzas de las lanzas gauchas), y el gadual: ese argentinismo que identifica a un terreno que se encharca cuando llueve y que deriva del árabe uadi ("río"), término que ha originado una multitud de topónimos en el mundo hispanoamericano (Guadalquivir, Guadalajara, Guadalcanal, Guadiana, etc.).
Los ejemplos sobran. La especialista española Dolores Oliver Pérez, en un artículo, explica el origen de ¡arre!, arriar, arriero, del árabe harrik, harraka, haraka, harakat, que da la idea de moverse, de movimiento, de viajero (22).Juegos y destrezas hispanoárabes Los estudios del deportista, hombre de campo y gauchófilo Justo P. Saénz (1892-1970) han demostrado la enorme influencia de la escuela andalusí de caballería (23) sobre la equitación gaucha, la monta a la jineta, el recado y los juegos de destreza: "Conocida es la importancia que la equitación de los bereberes tuvo en España. Suya fue la famosa escuela de "la jineta", que revolucionó desde su adopción en el sur de Europa cuanto al manejo se refería. Cuando la conquista de América, dicha escuela estaba en todo su apogeo y junto con el caballo y su silla, llegó a este continente (...) Don Leopoldo Lugones da como etimología de la palabra recado, el vocablo árabe "rekab" y es ésta una observación que debe tenerse en cuenta. (...) El juego de 'cañas', quedóle a los españoles desde el tiempo de la dominación árabe y ellos lo importaron junto con sus costumbres a sus colonias de América" (24).Los gaúchos del Brasil Con el devenir se fueron sumando los investigadores que acreditaron la estirpe andalusí del gaucho. Manoelito de Ornellas (1903-1969), por ejemplo, un etnógrafo y estanciero brasileño, escribió a principios de la década de 1950 varias monografías eruditas probando similares carismas en el gaúcho riograndense (25).
Y es que el gaucho moruno nunca fue una exclusividad rioplatense o de las pampas de Argentina, Uruguay y Brasil, sino de América toda, desde los valles de Chile hasta los praderas de California y México, pasando por los inmensos llanos del Orinoco en Colombia y Venezuela, con todas sus denominaciones afines e idóneas: el huaso (26), el llanero (27) y el charro (28).Los huasos de Chile Así, como se puede comprobar la influencia árabe y morisca en los gauchos de las pampas argentinas, uruguayas y brasileñas, también se comprueba "en la vestimenta y atuendo del huaso chileno, en la ornamentación de sus estribos y espuelas pletóricas de arabescos, en su forma de cabalgar "a la jineta", en sus juegos y alegrías, en el romance español conocido de "corrido", al igual que en el Andaluz. Una curiosa "jarcha" de la última estrofa de una muwashshaha (moaxaja) del cancionero árabe popular del siglo IX, que se encuentra en la compilación y restauración realizada por el profesor Sayed Ghazi, en su obra "Diván de Muwashshahas Andaluzas", nos presenta el cuadro plástico coreográfico del hombre y la mujer en la cueca... La importancia de esta jarcha árabe consiste en ser parte de un conjunto de cantos y bailes populares, lo que nos haría suponer el origen árabe-andaluz de la cueca.
Al respecto cabe señalar que la etimología de la palabra cueca nos indicaría la posibilidad de un origen árabe de este baile: cueca, zamacueca y su viable conexión con el término árabe samakuk que origina el español zamacuco (29): malicioso, hombre rudo, nombre derivado del verbo árabe Kauka, que señala la acción seductora que realiza el gallo para conquistar a la gallina, que, coincidentemente, conllevaría el simbolismo de la cueca... (30) Otra muestra de la impronta de la cultura árabe en la nuestra lo constituye una gran variedad de juegos ecuestres practicados en la colonia, como lo son el correr de la sortija, las cañas, el juego de los patos, las carreras, y muchas derivaciones de éstos, magníficamente descritos en la obra de don Eugenio Pereira Salas, "Juegos y Alegrías Coloniales en Chile" (31).Una historia inédita pero perceptible Alándalus fue una civilización privilegiada que se fundó gracias al mestizaje de múltiples pueblos y tradiciones.
Desde un primer momento los bereberes y árabes musulmanes recién llegados empezaron a casarse con mujeres hispánicas (hispanorromanas, celtíberas, godas). El resultado es un tipo admirable de cultura que, propiamente debe llamarse andalusí. Cuando esos hispanomusulmanes fueron conquistados por sus vecinos del norte de la Península -transformándose primero en mudéjares y luego en moriscos- y forzados a emigrar, muchos vinieron a América en condiciones de clandestinidad. Allí se produciría un nuevo y generoso mestizaje, esta vez con las mujeres aborígenes, cuya culminación es el biotipo del gaucho, del huaso, del llanero, con sus señas moriscas, pero también con todas sus nuevas adquisiciones y originalidades propias de América.
Lo que queremos puntualizar aquí no es que los jinetes de las pampas o de los llanos fuesen de raza árabe, eso sería un error tan grande como decir que los andalusíes también lo eran (las razas no existen, sí los lenguajes y las culturas), sino que los gauchos, huasos, llaneros o charros eran portadores de una herencia que -muchas veces a pesar de ellos mismos- le marcaba pautas de conducta, de costumbres, de pensamiento.
Todas las citas y fragmentos que hemos venido enumerando hasta ahora nos demuestran fehacientemente, que no fueron los inmigrantes sirios y libaneses -mayormente llegados al Río de la Plata a partir de 1900- los primeros en señalar las señas mudéjares de ese biotipo de las pampas -consecuencia del mestizaje de indias y moriscos, o de la inmigración de moriscos de puro linaje como los maragatos (32) -, sino los argentinos de pura cepa o incluso los extranjeros, en su mayoría europeos, que tuvieron la fortuna de conocer en persona a los últimos gauchos que aún montaban a la jineta y usaban pañuelos como albornoces bajo sus sombreros.
Las limitaciones de este artículo no permiten profundizar ciertos temas vinculados directa o indirectamente con los orígenes hispanomusulmanes de las culturas ecuestres de América. Uno es el caso de los moriscos en el Perú, como "las tapadas de Lima", que menciona el historiador y filólogo español Américo Castro (1885-1972) (33), que dieron lugar a una riquísima cultura de mestizaje, y en México, donde el influjo morisco se proyectó desde Chiapas hasta las septentrionales costas de California (34). Otro es el profundo monoteísmo entroncado con la más pura tradición musulmana que trasunta el Martín Fierro, la "Biblia Gaucha" del poeta José Hernández, y las mil y una tradiciones mimetizadas en la cultura argentina que deberán ser develadas más tarde o más temprano.Notas(1) Parece que la palabra "morisco" se forma como "berberisco", y es un diminutivo, que más tarde se empleó para identificar a los hispanomusulmanes que permanecieron en la Península luego de la caída de Granada.
(2) El responsable de esta medida fue el Inquisidor General y confesor de la reina Isabel la Católica, cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), el mismo que el 18 de diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de Bib Rambla en Granada las librerías de los moriscos; más de ochenta mil manuscritos árabes de la España musulmana se perdieron para siempre.
(3) "De atenerse a la estricta significación de la palabra "mudéjar" -dice el arquitecto e islamólogo español Leopoldo Torres Balbás (1888-1960)-, recibiría esa denominación exclusivamente el arte de los musulmanes que habitaban el territorio cristiano (Leopoldo Torres Balbás: Arte almohade, arte nazarí, arte mudéjar, Ars Hispaniae -historia universal del arte hispánico-, vol. 4, Editorial Plus Ultra, Madrid, 1949, pp. 237-238). Véase Varios Autores: El arte mudéjar. La estética islámica en el arte cristiano, Museo Sin Fronteras/Electa (Grijalbo Mondadori), Viena, 2001.
(4) A pesar de las repetidas teorías que hablan de las conspiraciones urdidas entre moriscos y otomanos-como es el caso de las tesis de diversos autores: Andrew C. Hess: The Moriscos: An Ottoman Fifth Column in Sixteenth-Century Spain, The American Historical Review 74, Nueva York, Octubre 1968, pp. 1-25; y Charles Petrie: Don John of Austria, Londres, 1967 (cap. 4 sobre la rebelión de los moriscos)-, los otomanos nunca estuvieron en condiciones de socorrer al sultanato granadino en el siglo XV ni a los moriscos en el XVI debido a que nunca lograron establecer un poder naval sólido ni siquiera en el Mediterráneo oriental. El avance de una flota otomana hacia España hubiera sido un suicidio frente al poder concentrado de los Habsburgo, el Papado y Venecia (Solimán el Magnífico fracasó rotundamente en su invasión a Malta en mayo-septiembre de 1565).
La intención de los audaces corsarios berberiscos -Jairuddín Barbarroja (m. 1546) y otros- al acercar sus naves a la orilla peninsular fue tan sólo para rescatar a los refugiados moriscos que buscaban radicarse en el Norte de África. Las especulaciones en torno a un hipotético auxilio de los moriscos aragoneses por parte de los hugonotes liderados por Enrique IV, rey de Navarra (1562-1610) y de Francia (1589-1610) han sido magnificadas, sin embargo es interesante analizar los contactos entre unos y otros (cfr. Duc de La Force: Le maréchal de La Force. Un serviteur de sept rois, 1558-1652, París, 1950; Louis Cardaillac: Morisques et protestants, Al-Andalus, XXXVI, 1971, pp. 29-63). Para evacuar dudas y clarificar el panorama sobre esta temática recomendamos el estudio de Francisco Márquez Villanueva: "El mito de la gran conspiración morisca", Actes du II Symposium International du CIEM sur religion, identité et sources documentaires sur les Morisques Andalous, Institut Supérieur de Documentation, Túnez, 1984, 2, pp. 267-284.
(5) Véase Francisco Márquez Villanueva: El problema morisco (Desde otras laderas), Colección al-Quibla, Libertarias, Madrid, 1991; Míkel de Epalza: Los moriscos antes y después de la expulsión, Mapfre, Madrid, 1992;Julio Caro Baroja: Los Moriscos del Reino de Granada, Istmo, Madrid, 1991 (4ª ed.); Actas del III Simposio Internacional de Estudios Moriscos "Las prácticas musulmanas de los moriscos andaluces (1492-1609)", bajo la dirección del profesor Abdejelil Temimi, Zaghouan (Túnez) 1989.
(6) El escritor malagueño y líder andalucista Blas Infante (1885-1936) -asesinado por los sublevados al estallar la Guerra Civil española-, señala que estos "moriscos, estos andaluces fieramente perseguidos, refugiados en las cuevas, lanzados por su sociedad española, encuentran en el territorio andaluz un medio de legalizar, por decirlo así, su existencia, evitando la muerte o la expulsión. Unas bandas errantes, perseguidas con saña, pero sobre las cuales no pesa el anatema de la expulsión y de la muerte, vagan ahora de lugar en lugar y constituyen comunidades organizadas por caudillos, y abiertas a todo desesperado peregrino (...) Basta cumplir un rito de iniciación para ingresar en ellos. Son los gitanos (...) Hubo, pues de acogerse a ellos. A bandadas ingresaban aquellos andaluces, los últimos descendientes de los hombres venidos de las culturas más bellas del mundo, ahora labradores huidos (en árabe, labrador huido o expulsado significa "fellahmengu").
¿Comprendéis ahora por qué los gitanos de Andalucía constituyen, en decir de los escritores, el pueblo gitano más numeroso de la Tierra? ¿Comprendéis por qué el nombre flamenco no se ha usado en la literatura española hasta el siglo XIX, y por qué existiendo no trascendió al uso general? Un nominador arábigo tenía que ser perseguido al llegar a denunciar al grupo de hombres, heterodoxos a la ley del estado, que con ese nombre se amparaban. Comienza entonces la elaboración del flamenco por los andaluces desterrados o huidos en los montes de África y España. Esos hombres conservaban la música de la Patria, y esa música les sirvió para analizar su pena y para afirmar su espíritu: el ritmo lento, el agotamiento cromático" (Blas Infante: El Ideal andaluz, Madrid, 1976, pp. 107-108).
(7) Sobre la presencia preponderante del arte islámico-mudéjar en el mal llamado "arte colonial español", véase las obras de J. Mariano Filho: Influenças muçulmanas na architectura tradicional brasileira, A. Noite, Rio de Janeiro, 1943; F. Prat Puig: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, La Habana, 1947; Varios Autores: El mudéjar iberoamericano. Del Islam al Nuevo Mundo, Lunwerg, Barcelona, 1995; Varios Autores: El Arte Mudéjar, Ediciones UNESCO, Zaragoza, 1996; Rafael López Guzmán: Arquitectura Mudéjar, Manuales Arte Cátedra, Cátedra, Madrid, 2000; Varios Autores: El arte mudéjar. La estética islámica en el arte cristiano, Museo Sin Fronteras, Viena, 2000.
(8) Marcos Estrada: Apuntes sobre el gaucho argentino, Ediciones Culturales Argentinas, Subsecretaría de Cultura, Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires, 1981, pp. 9-10.
(9) E. Daireaux: Vida y Costumbres en el Plata. Vol I, Cap. II: "Caracteres étnicos de la Nación Argentina", Félix Lajouane Editor, Buenos Aires/París, 1888, p. 32.
(10) F. Tobal: Los libros de Eduardo Gutiérrez: El gaucho y el árabe, artículo publicado en La Nación, Buenos Aires, los días martes 16, jueves 23 y martes 28 de febrero, y el martes 2 y jueves 4 de marzo de 1886.
(11) Del árabe sakima, cabezada de cordel que hace las veces de cabestro.
(12) Del árabe yehez, cualquier adorno que se pone a las caballerías (en este caso los jaeces).
(13) Del árabe tar'zi, incrustación.
(14) Del bereber tafilelt, cuero bruñido y lustroso, mucho más delgado que el cordobán.
(15) Del árabe al-darqa, escudo de cuero, de forma ovalada o acorazonada.
(16) L. Lugones: El payador, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991, pp. 31-33.
(17) Del árabe çarauil, especie de calzones anchos y afollados en pliegues.
(18) Lugones inserta la siguiente nota: "Los monjes benedictinos usaron durante la Edad Media, para resguardar el hábito en los trabajos rurales, verdaderos ponchos de lienzo cuyo recuerdo meramente simbólico persiste en los actuales escapularios y casullas. Las prendas rudimentarias como el poncho, el chiripá y la bota de potro, pertenecen más o menos, a todos los pueblos de escasa civilización. A veces, esos regresos, como el chiripá respecto a la bombacha morisca. Añadiré que el aba clásica de los árabes, no es sino un trozo de tela rayada abierto por el medio para pasar la cabeza. De ahí saldría la pieza análoga de los vegueros valencianos, lo propio que los ya mencionados escapularios". (ídem, p. 35).
(19) L. Lugones: El payador, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991, pp. 34-35.
(20) L. Lugones: Voces americanas de procedencia arábiga, V nota, en La Nación, Buenos Aires, domingo 9 de marzo de 1924, 3ª. sección, p. 8.
(21) El hilal o luna creciente es un símbolo tradicional entre los musulmanes que refleja el calendario lunar que regula su vida religiosa. La luna creciente anuncia el Sagrado Mes de Ramadán. La tribu árabe de los Banu Hilal (Hijos del Creciente) o hilalíes, acantonada hasta entonces al este del Nilo, fueron enviados por el califa fatimí al-Mustansir (r. 1036-1094) a difundir y consolidar el Islam entre los bereberes del Norte de África. El hilal cobró especial importancia entre los otomanos. La tradición dice que la bandera turca muestra la media luna con una estrella en el centro porque el sultán Mehmet II Fatih (el Conquistador) entró en Constantinopla (hoy Estambul) bajo una luna semejante en la madrugada del 29 de mayo de 1453. Fue así como esta dinastía turca adoptó ese símbolo como emblema oficial. El hecho de que durante quinientos años el Imperio Otomano contuviese a numerosas naciones musulmanas dentro de sus fronteras, amén de su influencia en los pueblos musulmanes de lengua turca del Asia Central, influyó en la decisión de las naciones islámicas que surgieron a lo largo del siglo XX de insertar en sus banderas el hilal y la estrella como símbolo de fe y tradición. Así, podemos nombrar las de Argelia, Azerbaiyán, Comores, Federación Malaya, Maldivas, Mauritania, Pakistán, Singapur, Túnez, Turkmenistán y Uzbekistán.
(22) D. Oliver Pérez: Dos arabismos nacidos de un imperativo árabe... en la Revista Al-Qantara, vol. XIV, Fasc. 1, Madrid, 1993, pp. 163-176.
(23) Cfr. Varios autores: Al-Ándalus y el caballo, Lunwerg Editores, Barcelona, 1995.
(24) J. P. Saénz: Equitación gaucha en la Pampa y Mesopotamia, Emecé, Buenos Aires, 1997, pp. 15, 50 y 157.
(25) Manoelito de Ornellas: Gaúchos e Beduínos. A origen étnica e a formaçao social do Rio Grande do Sul, Livraria José Olympio Editôra, Rio de Janeiro, 1948 y 1956; A Filigrana Árabe nas Tradições Gaúchas, Edição "Arte do Livro", Porto Alegre, 1950; A cruz e o alfanje. A expansão da cultura árabe, Livraria Progresso Editora, Bahia, 1960.
(26) "Su vestimenta y el apero de su caballo son una mezcla de elementos españoles-moriscos e indígenas (...) ... el huaso desciende de andaluces ..." René León Echaiz: Interpretacion histórica del huaso chileno, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1971, pp. 28 y 32.
(27) Cfr. Daniel Mendoza y José E. Machado: El llanero. Estudio de sociología venezolana con un estudio sobre el gaucho y el llanero, El Ateneo, Buenos Aires, 1944.
(28) Cfr. J. Álvarez del Villar: Historia de la charrería, México, 1941; C. Rincón Gallardo: El libro del charro mexicano, México, 1946.
(29) Zamacuco también es una persona solapada, que calla y hace su voluntad, características de los perseguidos y clandestinos, como los moriscos y los gauchos.
(30) Eugenio Chahuán Chahuán: Presencia Árabe en Chile, Revista Chilena de Humanidades, Nº 1, 1983, Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación, Universidad de Chile, Santiago de Chile, pp. 40-41.
(31) Cfr. S. Claro Vilches: Cueca chilena, cueca tradicional, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1986.
(32) A sesenta kilómetros al sur de Asyut (Egipto), a mitad de camino entre las localidades de Tahta y Suhaj, se encuentra la población de al-Maraghat (en árabe: caverna, gruta). Un grupo de ciudadanos maragatos (maragatún) se sumaron a principios del siglo VIII al contingente de 18 mil hombres que el árabe Musa Ibn Nusair (640-714) llevó a la Península Ibérica hacia 712 para consolidar las posiciones que su lugarteniente bereber Tariq Ibn Ziad (m. 720) había logrado el año anterior. El islamólogo holandés Reinhart Dozy (1820-1883), en su pormenorizado trabajo Recherches sur l'histoire et la littérature des arabes d'Espagne pendant le Moyen Age (3.ª ed., París, 1881) y el antropólogo español Dr. Aragón y Escacena en su obra Estudio Antropológico del pueblo maragato (Anales de la Soc. Esp. de H.N., XXX, Madrid, 1902) consideran a los maragatos descendientes de una inmigración berberisca. Los maragatos se afincaron desde un principio en tierras de León, en un área montañosa que sería llamada la Maragatería (350 km2), localizada entre Astorga y el pico Teleno, al suroeste de la ciudad de León. Siglos más tarde pasan a Portugal y luego a las Azores donde una de las aldeas de la isla Pico lleva la huella de su paso: Maragaia. Más tarde, durante los siglos XVII y XVIII, llegarán al Plata numerosas familias de maragatos de León procedentes del puerto de La Coruña, y otras tantas provenientes de las Azores. Se radicarán principalmente en los departamentos de Soriano y San José de la Banda Oriental. Como los maragatos siempre se destacaron por ser excelentes arrieros, muy pronto desarrollarán éste y otros oficios camperos. A fines del siglo XVIII serán identificados con los gauchos de la región. Los maragatos impusieron algunas pilchas gauchas, como el calzoncillo cribado (con flecos).
Durante todo el siglo XIX, los maragatos participarán activamente en la política. En el sur del Brasil integrarán las fuerzas de los gaúchos riogradenses en la llamada Guerra de los Farrapos y en la revuelta federalista de 1893-1894. En la República Oriental del Uruguay se sumarán a las montoneras del libertador José Gervasio Artigas (1764-1850) y a las del Partido Blanco de los caudillos nacionalistas Timoteo Aparicio (1814-1882), Gumersindo Saravia (1852-1894) y Aparicio Saravia (1855-1904) hasta la trágica batalla de Masoller (1 de septiembre de 1904). Una anécdota que habla a las claras de esta identidad es que uno de estos personajes "acorralado por unos montoneros, pretende hacer valer su condición de blanco mencionando su origen maragato, puesto que San José fue siempre baluarte oribista: "nu mi mate -grita- qui soy maragato di San Cusé!"" (Cfr. Abdón Arozteguy: La revolución de 1870, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1889, tomo 1, pág. 158; Carlos Machado: Historia de los Orientales, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1973, p. 252).
Manuel Gálvez (1882-1962), el famoso historiador revisionista argentino, aporta un dato que es clave y nos esclarece la cuestión: "Popularmente, cada bando ha puesto a su contrario un mote: para los federalistas o revolucionarios, los partidarios del gobierno son los "picapãos", nombre de un pájaro, y les llaman así porque, como el picapote o carpintero, en el árbol, ellos están siempre "picando" al pueblo con impuestos y exacciones; y para ellos, los federalistas son los "maragatos". Dícenles así por haber entre ellos algunos uruguayos de San José, llamados "maragatos". En España se da ese nombre a los habitantes de las Hurdes (Las Hurdes es el nombre de una comarca natural española que se extiende por las provincias de Cáceres y Salamanca), a quienes se les cree descendientes puros de los moriscos y muy peleadores" (Manuel Gálvez: Vida de Aparicio Saravia. El gaucho de la libertad, Editorial Tor, Buenos Aires, 1957, p. 62). El largo y legendario peregrinaje de los maragatos producirá el establecimiento de una colonia en las cercanías de Carmen de Patagones, a orillas del Río Negro, en la provincia de Buenos Aires. La toponimia de la región también habla de su presencia: hay una isla Maragatas en el departamento uruguayo de San José, y una laguna Maragato en el partido de Villarino, provincia de Buenos Aires.
(32) Cfr. Américo Castro: España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1996, pp. 82-103. Véase sobre este fenómeno, por ejemplo, la tesis del profesor Ángel Santisteban Mendevil (Universidad de Lima): Sabores hispano-árabes en la tradición culinaria del Perú, Terceras Jornadas de Cultura Árabe "Al-Ándalus allende los Andes", Coloquio Interdisciplinario del Mudéjar Iberoamericano, Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, (Santiago, agosto de 1999), Santiago, 2001 (en prensa).
(33) Cfr. A. Garrido Aranda: Moriscos e indios. Precedentes hispánicos de la evangelización en México, UNAM, Mexico, 1980; Elizabeth McMillian: Casa California. Spanish-Style Houses from Santa Barbara to San Clemente, Rizzoli, Nueva York, 1996.
Con la palabra moriscos (1) se designa comúnmente a los musulmanes del reino nazarí de Granada (rendido por Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492) que, tras la rebelión del barrio del Albaicín (1501), fueron obligados a convertirse al cristianismo (2).
Esta denominación igualmente le sería aplicada a los mudéjares (del árabe mudayyan: "los que se quedaron", o Ahl ad-Dayn: "Gente que permanece, que se domeña"; por extensión, "domesticados", "domeñados"): los "moros sometidos" en los reinos hispanocristianos a partir del siglo XI, quienes disfrutaron de períodos de tolerancia bajo la égida de soberanos como Alfonso X el Sabio (1221-1284) y Pedro I el Justiciero (1334-1369). Éstos desarrollarían un arte que transformó los perfiles de la España cristiana y sería la base fundamental del llamado "arte colonial español" en América (3).
Tras la fracasada rebelión de 1568 -ahogada en sangre por Felipe II y su hermanastro Juan de Austria-, la nobleza de España, más germánica que española, obsesionada por la "pureza de sangre" y el miedo a una sublevación de los moriscos apoyada por los turcos otomanos (4), presionó al rey Felipe III para que procediera a la expulsión masiva de los moriscos. La operación se llevó a cabo entre 1609 y 1614 (5). Los moriscos entonces se asentaron en el Norte de África (Marruecos, Argelia y Túnez). Algunos se quedaron viviendo en España y Portugal, fingiendo ser cristianos nuevos o gitanos, pero permaneciendo fieles a la fe islámica (6). El resto emigró a América en similares condiciones de clandestinidad.
Los moriscos que vinieron a América llegaron mimetizados con los conquistadores y huyendo del estigma impuesto por el inquisidor. Aquí forjaron culturas ecuestres: la de los gauchos (Argentina, Uruguay y Brasil), huasos (Chile) y llaneros (Colombia y Venezuela), con múltiples influencias en la música, costumbres y estilos, desde el folclore argentino a la escuela tapatía mexicana. Éstas simbolizaron su fe, su tradición y sus tremendas ansias de independencia y libertad. También construyeron iglesias, catedrales y residencias mudéjares que todavía nos asombran, pequeñas Alhambras que tuvieron como magnífico marco una nueva y pletórica geografía acunada entre los Andes y el Caribe (7).
El tradicionalista y jurisconsulto argentino Carlos Molina Massey (1884-1964), que ha estudiado el origen del gaucho, se pregunta: "Los ocho siglos de conquista mora habían puesto su sello racial característico en la población íbera: el ochenta por ciento de la población peninsular llegada a nuestras playas traía sangre mora. El gaucho fue por eso como un avatar, como una reencarnación del alma de la morería fundiéndose con el alma aborigen en el gran ambiente libertario de América" (8).La etimología de la palabra "gaucho" Entre el riquísimo y vasto legado andalusí también figura la palabra "gaucho". El jurisconsulto de origen francés y gauchófilo por excelencia Emilio Honorio Daireaux (1843-1916) hace esta reconstrucción: "En la época de las primeras poblaciones en América la dominación de los Árabes en España había terminado por la expulsión o la sumisión; muchos de estos vencidos emigraron. En la pampa encontraron un medio donde podían continuar las tradiciones de la vida pastoril de sus antepasados. Fueron los primeros que se alejaron de las murallas de la ciudad para cuidar los primeros rebaños. Tan cierto es esto que á muchos usos y artefactos allí empleados se les designa con palabras árabes, al pozo, palabra española, se le nombra jagüel, desinencia árabe, y a la manera árabe sacan los pastores el agua. Gaucho es una palabra árabe desfigurada.
Es fácil encontrar su parentesco con la palabra "chauch" que en árabe significa conductor de ganados. Todavía en Sevilla (en Andalucía), hasta en Valencia, al conductor de ganados se le nombra chaucho" (9).Los descubrimientos de Federico Tobal El primer gran teórico sobre los orígenes hispanoárabes del gaucho fue el jurisconsulto, escritor y periodista Federico Tobal (1840-1898). Dice Tobal: "El traje del gaucho no es más que una degeneración del traje del árabe y aún los dos hombres se confunden al primer aspecto. El chiripá, el poncho, la chaqueta, el tirador, el pañuelo en la cabeza y bajo el sombrero, no son más que modificaciones de las piezas del vestido árabe, pero modificaciones ligeras y que no constituyen un traje aparte como el nuestro europeo. (...) Todo en el gaucho es oriental y árabe : su casa, su alimento, su traje, sus pasiones, sus vicios y virtudes y aún sus creencias. (...) Interminable sería agotar esta tesis. Las cosas, los hechos y los accidentes de relación que constatan el origen se ofrecen por doquiera. La semejanza es tan viva que basta la más ligera atención para percibirla.
Ella nos sigue como la sombra sigue al cuerpo y va estampada hasta en la etiqueta (...) Por mayor que sea la indolencia en que haya caído el gaucho, carecerá de árboles o de huerto su hogar, pero no carecerá del pozo que es la cisterna (jagüel o aljibe) para las frecuentes abluciones, alta necesidad de sus costumbres que se nota especialmente entre los pueblos paraguayo y correntino y que no es ciertamente de origen indio" (10).Los reveladores conceptos de Lugones El escritor y político argentino Leopoldo Lugones (1874-1938) es uno de los grandes reivindicadores del alma gaucha, la cultura de la pampa y su legado andalusí. En las citas siguientes resumimos su pensamiento sobre el tema: "Jinete por excelencia, resultaba imposible concebirlo desmontado; y así, los arreos de cabalgar, eran el fundamento de su atavío.
Su manera de enjaezar el caballo, tenía, indudablemente, procedencia morisca. (...) Las riendas y la jáquima (11) o bozal, muy delgados, aligeraban en lo posible el jaez (12), cuyo objeto no era contener ni dominar servilmente al bruto, sino, apenas, vincularlo con el caballero, dejándole gran iniciativa (...) Por lo demás, es sabido que el arte de cabalgar y de pelear a la jineta, así como sus arreos, fue introducido en España por los moros, cuyos zenetes o caballeros de la tribu berberisca de Banu Marín, diéronle su nombre específico. Así, jinete, pronunciación castellana de zenete, fue por antonomasia el individuo diestro en el cabalgar. (...) Las anchas cinchas taraceadas (13) con tafiletes (14) de color, son moriscas hoy mismo. (...) Análogos bordados y taraceos solían adornar los guardamontes usados por los gauchos de la región montuosa. Aquel doble delantal de cuero crudo, que atado al arzón delantero de la montura, abríase a ambos lados, protegiendo las piernas y el cuerpo hasta el pecho, no fue sino la adaptación de las adargas (15) moriscas para correr cañas, que tenían los mismos adornos y casi idénticas hechuras: pues eran tiesas en su mitad superior y flexibles por debajo para que pudieran doblarse sobre el anca del animal" (16).
Y así como la tradición y herencia caballeresca fueron musulmanas, la vestimenta del gaucho también lo fue por añadidura. Lo más evidente de ella son las famosas bombachas de campo (el pantalón por excelencia en todas las regiones islámicas, desde Marruecos al Pakistán) y la faja alrededor de la cintura (típica de los moriscos para esconder la gumia o el facón).
Por eso dice con razón Lugones: "Después notaríase que aquella rudimentaria bombacha abierta (el chiripá), facilita la monta del caballo bravío. El calzoncillo adquirió una amplitud análoga; y los flecos y randas que le daban vuelo sobre el pie, fueron la adopción de aquellos delantales de lino ojalado y encajes, con que los caballeros del siglo XVII cubrían las cañas de sus botas de campaña. Mas, para unos y otros, el origen debió ser aquella bombacha de hilo o de algodón, que a guisa de calzoncillos, precisamente, llevaron en todo tiempo los árabes (De ahí procedieron los zaragüelles (17) análogos de Valencia y de Murcia, por su etimología y por su hechura)" análogos de Valencia y de Murcia, por su etimología y por su hechura). (...) La camiseta abofellada, la chaqueta andaluza, el sombrero chambergo o de media copa a manera de capacho, el poncho heredado de los vegueros de Valencia (18), completaban aquel conjunto de soltura y flexibilidad" (19).
Y al igual que Daireaux, Lugones demuestra el origen árabe de la palabra "gaucho", pero derivándola de uahsh o uahshi, esto es en árabe: montaraz, bravío, arisco, huraño; asimismo, explica cómo su variación fonética alcanza a términos como huaso, guaso, guácharo, guacho, etc (20).
La terminología gauchesca que deriva del árabe es vastísima. Basta con nombrar la alpargata (ár.: al-bargat, "la zapatilla"), el aljibe (ár.: al-yubb, "el pozo"), la guitarra (ár.: al-qitar, "la cuerda"), la moharra (ár. mohárrib, "aguzado": la media luna (21) de hierro con filo que se ponía en la base de las chuzas de las lanzas gauchas), y el gadual: ese argentinismo que identifica a un terreno que se encharca cuando llueve y que deriva del árabe uadi ("río"), término que ha originado una multitud de topónimos en el mundo hispanoamericano (Guadalquivir, Guadalajara, Guadalcanal, Guadiana, etc.).
Los ejemplos sobran. La especialista española Dolores Oliver Pérez, en un artículo, explica el origen de ¡arre!, arriar, arriero, del árabe harrik, harraka, haraka, harakat, que da la idea de moverse, de movimiento, de viajero (22).Juegos y destrezas hispanoárabes Los estudios del deportista, hombre de campo y gauchófilo Justo P. Saénz (1892-1970) han demostrado la enorme influencia de la escuela andalusí de caballería (23) sobre la equitación gaucha, la monta a la jineta, el recado y los juegos de destreza: "Conocida es la importancia que la equitación de los bereberes tuvo en España. Suya fue la famosa escuela de "la jineta", que revolucionó desde su adopción en el sur de Europa cuanto al manejo se refería. Cuando la conquista de América, dicha escuela estaba en todo su apogeo y junto con el caballo y su silla, llegó a este continente (...) Don Leopoldo Lugones da como etimología de la palabra recado, el vocablo árabe "rekab" y es ésta una observación que debe tenerse en cuenta. (...) El juego de 'cañas', quedóle a los españoles desde el tiempo de la dominación árabe y ellos lo importaron junto con sus costumbres a sus colonias de América" (24).Los gaúchos del Brasil Con el devenir se fueron sumando los investigadores que acreditaron la estirpe andalusí del gaucho. Manoelito de Ornellas (1903-1969), por ejemplo, un etnógrafo y estanciero brasileño, escribió a principios de la década de 1950 varias monografías eruditas probando similares carismas en el gaúcho riograndense (25).
Y es que el gaucho moruno nunca fue una exclusividad rioplatense o de las pampas de Argentina, Uruguay y Brasil, sino de América toda, desde los valles de Chile hasta los praderas de California y México, pasando por los inmensos llanos del Orinoco en Colombia y Venezuela, con todas sus denominaciones afines e idóneas: el huaso (26), el llanero (27) y el charro (28).Los huasos de Chile Así, como se puede comprobar la influencia árabe y morisca en los gauchos de las pampas argentinas, uruguayas y brasileñas, también se comprueba "en la vestimenta y atuendo del huaso chileno, en la ornamentación de sus estribos y espuelas pletóricas de arabescos, en su forma de cabalgar "a la jineta", en sus juegos y alegrías, en el romance español conocido de "corrido", al igual que en el Andaluz. Una curiosa "jarcha" de la última estrofa de una muwashshaha (moaxaja) del cancionero árabe popular del siglo IX, que se encuentra en la compilación y restauración realizada por el profesor Sayed Ghazi, en su obra "Diván de Muwashshahas Andaluzas", nos presenta el cuadro plástico coreográfico del hombre y la mujer en la cueca... La importancia de esta jarcha árabe consiste en ser parte de un conjunto de cantos y bailes populares, lo que nos haría suponer el origen árabe-andaluz de la cueca.
Al respecto cabe señalar que la etimología de la palabra cueca nos indicaría la posibilidad de un origen árabe de este baile: cueca, zamacueca y su viable conexión con el término árabe samakuk que origina el español zamacuco (29): malicioso, hombre rudo, nombre derivado del verbo árabe Kauka, que señala la acción seductora que realiza el gallo para conquistar a la gallina, que, coincidentemente, conllevaría el simbolismo de la cueca... (30) Otra muestra de la impronta de la cultura árabe en la nuestra lo constituye una gran variedad de juegos ecuestres practicados en la colonia, como lo son el correr de la sortija, las cañas, el juego de los patos, las carreras, y muchas derivaciones de éstos, magníficamente descritos en la obra de don Eugenio Pereira Salas, "Juegos y Alegrías Coloniales en Chile" (31).Una historia inédita pero perceptible Alándalus fue una civilización privilegiada que se fundó gracias al mestizaje de múltiples pueblos y tradiciones.
Desde un primer momento los bereberes y árabes musulmanes recién llegados empezaron a casarse con mujeres hispánicas (hispanorromanas, celtíberas, godas). El resultado es un tipo admirable de cultura que, propiamente debe llamarse andalusí. Cuando esos hispanomusulmanes fueron conquistados por sus vecinos del norte de la Península -transformándose primero en mudéjares y luego en moriscos- y forzados a emigrar, muchos vinieron a América en condiciones de clandestinidad. Allí se produciría un nuevo y generoso mestizaje, esta vez con las mujeres aborígenes, cuya culminación es el biotipo del gaucho, del huaso, del llanero, con sus señas moriscas, pero también con todas sus nuevas adquisiciones y originalidades propias de América.
Lo que queremos puntualizar aquí no es que los jinetes de las pampas o de los llanos fuesen de raza árabe, eso sería un error tan grande como decir que los andalusíes también lo eran (las razas no existen, sí los lenguajes y las culturas), sino que los gauchos, huasos, llaneros o charros eran portadores de una herencia que -muchas veces a pesar de ellos mismos- le marcaba pautas de conducta, de costumbres, de pensamiento.
Todas las citas y fragmentos que hemos venido enumerando hasta ahora nos demuestran fehacientemente, que no fueron los inmigrantes sirios y libaneses -mayormente llegados al Río de la Plata a partir de 1900- los primeros en señalar las señas mudéjares de ese biotipo de las pampas -consecuencia del mestizaje de indias y moriscos, o de la inmigración de moriscos de puro linaje como los maragatos (32) -, sino los argentinos de pura cepa o incluso los extranjeros, en su mayoría europeos, que tuvieron la fortuna de conocer en persona a los últimos gauchos que aún montaban a la jineta y usaban pañuelos como albornoces bajo sus sombreros.
Las limitaciones de este artículo no permiten profundizar ciertos temas vinculados directa o indirectamente con los orígenes hispanomusulmanes de las culturas ecuestres de América. Uno es el caso de los moriscos en el Perú, como "las tapadas de Lima", que menciona el historiador y filólogo español Américo Castro (1885-1972) (33), que dieron lugar a una riquísima cultura de mestizaje, y en México, donde el influjo morisco se proyectó desde Chiapas hasta las septentrionales costas de California (34). Otro es el profundo monoteísmo entroncado con la más pura tradición musulmana que trasunta el Martín Fierro, la "Biblia Gaucha" del poeta José Hernández, y las mil y una tradiciones mimetizadas en la cultura argentina que deberán ser develadas más tarde o más temprano.Notas(1) Parece que la palabra "morisco" se forma como "berberisco", y es un diminutivo, que más tarde se empleó para identificar a los hispanomusulmanes que permanecieron en la Península luego de la caída de Granada.
(2) El responsable de esta medida fue el Inquisidor General y confesor de la reina Isabel la Católica, cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), el mismo que el 18 de diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de Bib Rambla en Granada las librerías de los moriscos; más de ochenta mil manuscritos árabes de la España musulmana se perdieron para siempre.
(3) "De atenerse a la estricta significación de la palabra "mudéjar" -dice el arquitecto e islamólogo español Leopoldo Torres Balbás (1888-1960)-, recibiría esa denominación exclusivamente el arte de los musulmanes que habitaban el territorio cristiano (Leopoldo Torres Balbás: Arte almohade, arte nazarí, arte mudéjar, Ars Hispaniae -historia universal del arte hispánico-, vol. 4, Editorial Plus Ultra, Madrid, 1949, pp. 237-238). Véase Varios Autores: El arte mudéjar. La estética islámica en el arte cristiano, Museo Sin Fronteras/Electa (Grijalbo Mondadori), Viena, 2001.
(4) A pesar de las repetidas teorías que hablan de las conspiraciones urdidas entre moriscos y otomanos-como es el caso de las tesis de diversos autores: Andrew C. Hess: The Moriscos: An Ottoman Fifth Column in Sixteenth-Century Spain, The American Historical Review 74, Nueva York, Octubre 1968, pp. 1-25; y Charles Petrie: Don John of Austria, Londres, 1967 (cap. 4 sobre la rebelión de los moriscos)-, los otomanos nunca estuvieron en condiciones de socorrer al sultanato granadino en el siglo XV ni a los moriscos en el XVI debido a que nunca lograron establecer un poder naval sólido ni siquiera en el Mediterráneo oriental. El avance de una flota otomana hacia España hubiera sido un suicidio frente al poder concentrado de los Habsburgo, el Papado y Venecia (Solimán el Magnífico fracasó rotundamente en su invasión a Malta en mayo-septiembre de 1565).
La intención de los audaces corsarios berberiscos -Jairuddín Barbarroja (m. 1546) y otros- al acercar sus naves a la orilla peninsular fue tan sólo para rescatar a los refugiados moriscos que buscaban radicarse en el Norte de África. Las especulaciones en torno a un hipotético auxilio de los moriscos aragoneses por parte de los hugonotes liderados por Enrique IV, rey de Navarra (1562-1610) y de Francia (1589-1610) han sido magnificadas, sin embargo es interesante analizar los contactos entre unos y otros (cfr. Duc de La Force: Le maréchal de La Force. Un serviteur de sept rois, 1558-1652, París, 1950; Louis Cardaillac: Morisques et protestants, Al-Andalus, XXXVI, 1971, pp. 29-63). Para evacuar dudas y clarificar el panorama sobre esta temática recomendamos el estudio de Francisco Márquez Villanueva: "El mito de la gran conspiración morisca", Actes du II Symposium International du CIEM sur religion, identité et sources documentaires sur les Morisques Andalous, Institut Supérieur de Documentation, Túnez, 1984, 2, pp. 267-284.
(5) Véase Francisco Márquez Villanueva: El problema morisco (Desde otras laderas), Colección al-Quibla, Libertarias, Madrid, 1991; Míkel de Epalza: Los moriscos antes y después de la expulsión, Mapfre, Madrid, 1992;Julio Caro Baroja: Los Moriscos del Reino de Granada, Istmo, Madrid, 1991 (4ª ed.); Actas del III Simposio Internacional de Estudios Moriscos "Las prácticas musulmanas de los moriscos andaluces (1492-1609)", bajo la dirección del profesor Abdejelil Temimi, Zaghouan (Túnez) 1989.
(6) El escritor malagueño y líder andalucista Blas Infante (1885-1936) -asesinado por los sublevados al estallar la Guerra Civil española-, señala que estos "moriscos, estos andaluces fieramente perseguidos, refugiados en las cuevas, lanzados por su sociedad española, encuentran en el territorio andaluz un medio de legalizar, por decirlo así, su existencia, evitando la muerte o la expulsión. Unas bandas errantes, perseguidas con saña, pero sobre las cuales no pesa el anatema de la expulsión y de la muerte, vagan ahora de lugar en lugar y constituyen comunidades organizadas por caudillos, y abiertas a todo desesperado peregrino (...) Basta cumplir un rito de iniciación para ingresar en ellos. Son los gitanos (...) Hubo, pues de acogerse a ellos. A bandadas ingresaban aquellos andaluces, los últimos descendientes de los hombres venidos de las culturas más bellas del mundo, ahora labradores huidos (en árabe, labrador huido o expulsado significa "fellahmengu").
¿Comprendéis ahora por qué los gitanos de Andalucía constituyen, en decir de los escritores, el pueblo gitano más numeroso de la Tierra? ¿Comprendéis por qué el nombre flamenco no se ha usado en la literatura española hasta el siglo XIX, y por qué existiendo no trascendió al uso general? Un nominador arábigo tenía que ser perseguido al llegar a denunciar al grupo de hombres, heterodoxos a la ley del estado, que con ese nombre se amparaban. Comienza entonces la elaboración del flamenco por los andaluces desterrados o huidos en los montes de África y España. Esos hombres conservaban la música de la Patria, y esa música les sirvió para analizar su pena y para afirmar su espíritu: el ritmo lento, el agotamiento cromático" (Blas Infante: El Ideal andaluz, Madrid, 1976, pp. 107-108).
(7) Sobre la presencia preponderante del arte islámico-mudéjar en el mal llamado "arte colonial español", véase las obras de J. Mariano Filho: Influenças muçulmanas na architectura tradicional brasileira, A. Noite, Rio de Janeiro, 1943; F. Prat Puig: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, La Habana, 1947; Varios Autores: El mudéjar iberoamericano. Del Islam al Nuevo Mundo, Lunwerg, Barcelona, 1995; Varios Autores: El Arte Mudéjar, Ediciones UNESCO, Zaragoza, 1996; Rafael López Guzmán: Arquitectura Mudéjar, Manuales Arte Cátedra, Cátedra, Madrid, 2000; Varios Autores: El arte mudéjar. La estética islámica en el arte cristiano, Museo Sin Fronteras, Viena, 2000.
(8) Marcos Estrada: Apuntes sobre el gaucho argentino, Ediciones Culturales Argentinas, Subsecretaría de Cultura, Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires, 1981, pp. 9-10.
(9) E. Daireaux: Vida y Costumbres en el Plata. Vol I, Cap. II: "Caracteres étnicos de la Nación Argentina", Félix Lajouane Editor, Buenos Aires/París, 1888, p. 32.
(10) F. Tobal: Los libros de Eduardo Gutiérrez: El gaucho y el árabe, artículo publicado en La Nación, Buenos Aires, los días martes 16, jueves 23 y martes 28 de febrero, y el martes 2 y jueves 4 de marzo de 1886.
(11) Del árabe sakima, cabezada de cordel que hace las veces de cabestro.
(12) Del árabe yehez, cualquier adorno que se pone a las caballerías (en este caso los jaeces).
(13) Del árabe tar'zi, incrustación.
(14) Del bereber tafilelt, cuero bruñido y lustroso, mucho más delgado que el cordobán.
(15) Del árabe al-darqa, escudo de cuero, de forma ovalada o acorazonada.
(16) L. Lugones: El payador, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991, pp. 31-33.
(17) Del árabe çarauil, especie de calzones anchos y afollados en pliegues.
(18) Lugones inserta la siguiente nota: "Los monjes benedictinos usaron durante la Edad Media, para resguardar el hábito en los trabajos rurales, verdaderos ponchos de lienzo cuyo recuerdo meramente simbólico persiste en los actuales escapularios y casullas. Las prendas rudimentarias como el poncho, el chiripá y la bota de potro, pertenecen más o menos, a todos los pueblos de escasa civilización. A veces, esos regresos, como el chiripá respecto a la bombacha morisca. Añadiré que el aba clásica de los árabes, no es sino un trozo de tela rayada abierto por el medio para pasar la cabeza. De ahí saldría la pieza análoga de los vegueros valencianos, lo propio que los ya mencionados escapularios". (ídem, p. 35).
(19) L. Lugones: El payador, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991, pp. 34-35.
(20) L. Lugones: Voces americanas de procedencia arábiga, V nota, en La Nación, Buenos Aires, domingo 9 de marzo de 1924, 3ª. sección, p. 8.
(21) El hilal o luna creciente es un símbolo tradicional entre los musulmanes que refleja el calendario lunar que regula su vida religiosa. La luna creciente anuncia el Sagrado Mes de Ramadán. La tribu árabe de los Banu Hilal (Hijos del Creciente) o hilalíes, acantonada hasta entonces al este del Nilo, fueron enviados por el califa fatimí al-Mustansir (r. 1036-1094) a difundir y consolidar el Islam entre los bereberes del Norte de África. El hilal cobró especial importancia entre los otomanos. La tradición dice que la bandera turca muestra la media luna con una estrella en el centro porque el sultán Mehmet II Fatih (el Conquistador) entró en Constantinopla (hoy Estambul) bajo una luna semejante en la madrugada del 29 de mayo de 1453. Fue así como esta dinastía turca adoptó ese símbolo como emblema oficial. El hecho de que durante quinientos años el Imperio Otomano contuviese a numerosas naciones musulmanas dentro de sus fronteras, amén de su influencia en los pueblos musulmanes de lengua turca del Asia Central, influyó en la decisión de las naciones islámicas que surgieron a lo largo del siglo XX de insertar en sus banderas el hilal y la estrella como símbolo de fe y tradición. Así, podemos nombrar las de Argelia, Azerbaiyán, Comores, Federación Malaya, Maldivas, Mauritania, Pakistán, Singapur, Túnez, Turkmenistán y Uzbekistán.
(22) D. Oliver Pérez: Dos arabismos nacidos de un imperativo árabe... en la Revista Al-Qantara, vol. XIV, Fasc. 1, Madrid, 1993, pp. 163-176.
(23) Cfr. Varios autores: Al-Ándalus y el caballo, Lunwerg Editores, Barcelona, 1995.
(24) J. P. Saénz: Equitación gaucha en la Pampa y Mesopotamia, Emecé, Buenos Aires, 1997, pp. 15, 50 y 157.
(25) Manoelito de Ornellas: Gaúchos e Beduínos. A origen étnica e a formaçao social do Rio Grande do Sul, Livraria José Olympio Editôra, Rio de Janeiro, 1948 y 1956; A Filigrana Árabe nas Tradições Gaúchas, Edição "Arte do Livro", Porto Alegre, 1950; A cruz e o alfanje. A expansão da cultura árabe, Livraria Progresso Editora, Bahia, 1960.
(26) "Su vestimenta y el apero de su caballo son una mezcla de elementos españoles-moriscos e indígenas (...) ... el huaso desciende de andaluces ..." René León Echaiz: Interpretacion histórica del huaso chileno, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1971, pp. 28 y 32.
(27) Cfr. Daniel Mendoza y José E. Machado: El llanero. Estudio de sociología venezolana con un estudio sobre el gaucho y el llanero, El Ateneo, Buenos Aires, 1944.
(28) Cfr. J. Álvarez del Villar: Historia de la charrería, México, 1941; C. Rincón Gallardo: El libro del charro mexicano, México, 1946.
(29) Zamacuco también es una persona solapada, que calla y hace su voluntad, características de los perseguidos y clandestinos, como los moriscos y los gauchos.
(30) Eugenio Chahuán Chahuán: Presencia Árabe en Chile, Revista Chilena de Humanidades, Nº 1, 1983, Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación, Universidad de Chile, Santiago de Chile, pp. 40-41.
(31) Cfr. S. Claro Vilches: Cueca chilena, cueca tradicional, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1986.
(32) A sesenta kilómetros al sur de Asyut (Egipto), a mitad de camino entre las localidades de Tahta y Suhaj, se encuentra la población de al-Maraghat (en árabe: caverna, gruta). Un grupo de ciudadanos maragatos (maragatún) se sumaron a principios del siglo VIII al contingente de 18 mil hombres que el árabe Musa Ibn Nusair (640-714) llevó a la Península Ibérica hacia 712 para consolidar las posiciones que su lugarteniente bereber Tariq Ibn Ziad (m. 720) había logrado el año anterior. El islamólogo holandés Reinhart Dozy (1820-1883), en su pormenorizado trabajo Recherches sur l'histoire et la littérature des arabes d'Espagne pendant le Moyen Age (3.ª ed., París, 1881) y el antropólogo español Dr. Aragón y Escacena en su obra Estudio Antropológico del pueblo maragato (Anales de la Soc. Esp. de H.N., XXX, Madrid, 1902) consideran a los maragatos descendientes de una inmigración berberisca. Los maragatos se afincaron desde un principio en tierras de León, en un área montañosa que sería llamada la Maragatería (350 km2), localizada entre Astorga y el pico Teleno, al suroeste de la ciudad de León. Siglos más tarde pasan a Portugal y luego a las Azores donde una de las aldeas de la isla Pico lleva la huella de su paso: Maragaia. Más tarde, durante los siglos XVII y XVIII, llegarán al Plata numerosas familias de maragatos de León procedentes del puerto de La Coruña, y otras tantas provenientes de las Azores. Se radicarán principalmente en los departamentos de Soriano y San José de la Banda Oriental. Como los maragatos siempre se destacaron por ser excelentes arrieros, muy pronto desarrollarán éste y otros oficios camperos. A fines del siglo XVIII serán identificados con los gauchos de la región. Los maragatos impusieron algunas pilchas gauchas, como el calzoncillo cribado (con flecos).
Durante todo el siglo XIX, los maragatos participarán activamente en la política. En el sur del Brasil integrarán las fuerzas de los gaúchos riogradenses en la llamada Guerra de los Farrapos y en la revuelta federalista de 1893-1894. En la República Oriental del Uruguay se sumarán a las montoneras del libertador José Gervasio Artigas (1764-1850) y a las del Partido Blanco de los caudillos nacionalistas Timoteo Aparicio (1814-1882), Gumersindo Saravia (1852-1894) y Aparicio Saravia (1855-1904) hasta la trágica batalla de Masoller (1 de septiembre de 1904). Una anécdota que habla a las claras de esta identidad es que uno de estos personajes "acorralado por unos montoneros, pretende hacer valer su condición de blanco mencionando su origen maragato, puesto que San José fue siempre baluarte oribista: "nu mi mate -grita- qui soy maragato di San Cusé!"" (Cfr. Abdón Arozteguy: La revolución de 1870, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1889, tomo 1, pág. 158; Carlos Machado: Historia de los Orientales, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1973, p. 252).
Manuel Gálvez (1882-1962), el famoso historiador revisionista argentino, aporta un dato que es clave y nos esclarece la cuestión: "Popularmente, cada bando ha puesto a su contrario un mote: para los federalistas o revolucionarios, los partidarios del gobierno son los "picapãos", nombre de un pájaro, y les llaman así porque, como el picapote o carpintero, en el árbol, ellos están siempre "picando" al pueblo con impuestos y exacciones; y para ellos, los federalistas son los "maragatos". Dícenles así por haber entre ellos algunos uruguayos de San José, llamados "maragatos". En España se da ese nombre a los habitantes de las Hurdes (Las Hurdes es el nombre de una comarca natural española que se extiende por las provincias de Cáceres y Salamanca), a quienes se les cree descendientes puros de los moriscos y muy peleadores" (Manuel Gálvez: Vida de Aparicio Saravia. El gaucho de la libertad, Editorial Tor, Buenos Aires, 1957, p. 62). El largo y legendario peregrinaje de los maragatos producirá el establecimiento de una colonia en las cercanías de Carmen de Patagones, a orillas del Río Negro, en la provincia de Buenos Aires. La toponimia de la región también habla de su presencia: hay una isla Maragatas en el departamento uruguayo de San José, y una laguna Maragato en el partido de Villarino, provincia de Buenos Aires.
(32) Cfr. Américo Castro: España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1996, pp. 82-103. Véase sobre este fenómeno, por ejemplo, la tesis del profesor Ángel Santisteban Mendevil (Universidad de Lima): Sabores hispano-árabes en la tradición culinaria del Perú, Terceras Jornadas de Cultura Árabe "Al-Ándalus allende los Andes", Coloquio Interdisciplinario del Mudéjar Iberoamericano, Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, (Santiago, agosto de 1999), Santiago, 2001 (en prensa).
(33) Cfr. A. Garrido Aranda: Moriscos e indios. Precedentes hispánicos de la evangelización en México, UNAM, Mexico, 1980; Elizabeth McMillian: Casa California. Spanish-Style Houses from Santa Barbara to San Clemente, Rizzoli, Nueva York, 1996.
Llegaron los andaluzes, sí que llegaron, como bien los describe. Pero NO TRAERON LA FE DE MAOMÉ. Ya no más. No ..... sí que eron cristianos.
ResponderEliminarNão trouxeram não, pois não podemos nos olvidar que os árabes muçulmanos que permaneceram na região da moderna Espanha, depois da vitória dos reis Isabel de Castela e fernando de Aragão, só ficaram devidamente convertidos. Não havia um átomo de chance ao contrário, poishavia, mais forte que essa vontade de preservar Maomé como deus, um inquisitor pior que o senador Renan Calheira, o Torquemadas. Era se converter e observar integralmente a fé cristã, ou fogueira!
EliminarDesculpe, permaneram...
EliminarEn Sur de Brasil no hay la más mínima característica de las rezas y maneras y preces y devocións de los islámicos, como de orígen longíncua como desde el siglo XVI. Todo lo contrário.
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