Miguel “Zurdo” Martínez (m. 2011), junto a Linares
Cardoso, ha sido uno de los mayores exponentes del canto folklórico
entrerriano. El amor a su tierra, al río, se reflejan bellamente en su magistral
obra poético-musical. A continuación compartimos un fragmento de una nota
realizada por Gilda García para el Nº 21 de la revista paranaense El Colectivo.
***
Si decimos
que alguien vive como piensa y que, pensando como quiere, camina el mundo y la
vida defendiendo sus creencias y verdades, tal vez esto no alcance para
definirlo. Si después agregamos que nunca ha lucrado con su arte a pesar de las
ofertas recibidas, nos estamos acercando. Pero si concluimos que es músico,
entrerriano, sabedor del río y hombre de pocas vueltas, lo estamos nombrando. A
los 68 años, Miguel “Zurdo” Martínez no hace concesiones para estar en el
candelero, se cabrea rápido si alguno se hace el distraído, pero se conmueve
hasta la medula cuando habla de Martha, su compañera de casi toda la vida. “No
puedo quejarme, tengo lo necesario para vivir y darme algunos gustos”- asegura,
mientras se dispone a solicitar un préstamo bancario para cambiar su vieja
guitarra.
¿Por qué
cree que vino a esta vida y a este lugar del mundo?
Para encontrar una explicación a eso tengo
que recurrir a mi hermano Atahualpa Yupanqui: cuando habla del “destino del
canto”. Me considero un elegido por la tierra para cantarle y defenderla. Ella
me dio el don de la música, no para mi vanidad, sino para mi sacrificio. Una
especie de sacerdocio que uno acepta. Y mi lugar en el mundo es este. Nunca me
fui de acá. En las épocas bravas de la dictadura me consideraba un exiliado
interno, con un cagazo cotidiano, un terror permanente. Pero nunca me fui.
¿Cree que ha
renunciado a un mayor reconocimiento o ingreso económico?
La guita dejala porque no importa. Ahora, el
reconocimiento lo tengo. En los últimos tiempos, cada actuación se ha
transformado en una gratísima sorpresa. Pero no busco masividad. Eso dejalo
para otra gente que busca el exitismo. Ya te he dicho otras veces que para mí
el éxito es estar conforme con lo que uno hace. El otro éxito, el materialista,
no me interesa un carajo. Me importa más la comunicación con la gente, el
respeto.
¿A qué clase
de hombre va dirigida su música?
Al hombre con dignidad, honesto, solidario. Al
que puede emocionarse con la música que uno hace, con el mensaje que uno quiere
brindar. Si es mucha o poca esa gente no importa porque eso depende de los
vaivenes y coyunturas político –sociales.
SIN ARREPENTIMIENTOS
¿Qué frutos
le ha dado la coherencia?
A mí no me costó ni mierda ser coherente.
Nunca he dejado de ser lo que soy y lo que fui. Los valores con que me forme y
lo que me enseñaron mis viejos no han cambiado. Lo que pensaba cuando tenía 15
años es lo mismo que estoy pensando ahora. Además, mientras exista la
injusticia, el hambre y la explotación del hombre por el hombre, para mí las
cosas van a seguir estando claritas.
Si pudiera
empezar de nuevo ¿cambiaría algo de lo que hizo?
En ese caso no sé si me inclinaría por la
guitarra. Fue mi viejo quien me puso la guitarra en las manos. Pero a mí me
gusta mucho el chelo. Esa tesitura de barítono que tiene, ese sonido intermedio
me emociona mucho.
¿Es lo único
que habría hecho distinto?
No estoy arrepentido de nada de lo que me ha
tocado hacer. Tal vez si a los veinte años hubiera tenido la madurez suficiente
para discernir, no habría sido empleado bancario. Eso me jodio en muchos
aspectos. Tendría que haber sido docente musical. Pero, por otro lado, el hecho
de no vivir de la música -porque yo he vivido para la música pero no de ella –
y haber tenido mi sueldito, me dio y me sigue dando la libertad de decir cosas
y ser sincero. Por eso es que no tuve que hacer concesiones. Tal vez la única
fue entrar a las siete menos cuarto al banco, colgar mi personalidad en la
puerta, y a las dos y media volverla a levantar. Esas ocho horas eran del
banco, no mías.
¿Qué desea
transmitirle a las generaciones que vienen?
Yo creo o quiero creer en las nuevas
generaciones porque me doy cuenta que el enemigo es el imperialismo yanqui, el
capitalismo, el consumismo y la globalización. Y lo es principalmente de todos
los jóvenes. La cosa es que se den cuenta. Pero si esto no sucede, habrá que
tratar de ayudarlos. Creo en las nuevas generaciones porque creo en el hombre y
en el fin del imperio. Todos los imperios han tenido un final y nosotros
estamos asistiendo al fin del sistema capitalista.
¿Cree en
Dios?
Hace unos años, en una cena, me senté al lado
del cura Farinello. Contábamos historias y anécdotas. Y por ahí me dice que,
escuchándome, le parecía que no era católico apostólico romano. “Mira –le digo
–capaz que soy católico apostólico entrerriano”. Se cago de risa y me pregunto
cómo era eso. Le explique que no creía en el dios de Karlic ni en el dogma
católico, pero que cada vez creía más en Dios. En un Dios mío. Uno que no tiene
nada que ver con el dios del temor, del cagazo como forma de portarse bien que
intentaron enseñarme cuando era guri. “¿Y cómo es la cosa?”, me pregunto. “Mira
- le dije – para encontrarme con Dios me voy a la isla, escucho el canto de los
pájaros, el rumor del agua, veo un amanecer o un atardecer. Miro para Villa
Urquiza, donde están mis viejos y hablo con ellos. Me llevo un walkman y escucho
Bach, Isaco Abitbol y la música de guitarra que me gusta. En esos momentos
estoy plenamente con Dios”. Farinello se rió y me dijo: “Pero si eso es Dios”.
Lo busca en
la esencia y no en la apariencia.
Claro. Es que no creo en ese catolicismo de
los tipos que, de lunes a viernes, viven explotando gente, cometiendo
injusticias, jodiendo a los demás y el domingo se meten en la iglesia para
salir limpios.
¿Cuántos años hace que está con su
compañera?-
Hace 38 años que estamos juntos. Tuve la suerte de encontrar la
compañera ideal. Haber conocido a Martha fue mi salvación. Por ahí nos puteamos
un poco, pero hay mucha afinidad, mucho respeto y, sobre todo, gran
coincidencia en los gustos. Ella es docente musical y tiene una gran capacidad
de análisis. Cuando nos fuimos a vivir a Santo Tome en el año 70 yo ganaba el
doble que ella. La mitad del sueldo era para mis hijos – de un primer
matrimonio – la otra para pagar el alquiler. Vivíamos con su sueldito de
maestra. Toda la vida fue así. Después, cuando llego la época de las
jubilaciones, se hizo al revés: ella se retiró con el cargo de supervisora y
gana el doble que yo. Con su sueldo y el mío nos arreglamos. Así vivimos y,
cuando tengo alguna actuación por ahí, saco la cabeza afuera, respiro un poco y
compramos algo. De ahí no sale la cosa. Tampoco hay aspiraciones de otro tipo.
Estamos conformes con eso: comprar una mejor guitarra, unos libros. Eso sí, no
me privo de comprar discos, aunque debo tener cuidado cuando salgo con el
sueldo recién cobrado y me meto en una disquería.
BALANCE
¿Cree
que ha vivido como ha querido?
Lo que te puedo decir es que a los 68 años,
después de haber pasado muchas malas y muchas muy buenas, estoy conforme con lo
que me ha tocado vivir. No puedo quejarme. Estoy contento de no haber vendido
mi alma al diablo y haber sido coherente con una conducta aprendida a través de
la influencia de mi padre, de Yupanqui, de Marcelino Román…Tal vez, sin
razonarlo ni pensarlo demasiado, uno se fue formando y armando. Con ellos
también aprendí el sentido de la amistad y el deseo de vivir en una constante
superación, acumular conocimiento. Creo que esto puede hacerse de muchas
maneras: algunos llegan a tener gran conocimiento intelectualizando todo. No lo
digo despectivamente, al contrario. No soy de esos aunque los admiro. A esta
altura de la vida me doy cuenta que los conocimientos acumulados fueron a
través de la vida misma, de las circunstancias que me ha tocado vivir. La
historia social, política y cultural no la intelectualizo ni me la contaron, la
he vivido. Tengo buena memoria y me doy cuenta que he llevado una conducta que
puede ser ejemplo para muchos jóvenes. Eso pasa a ser el capital de uno. Cuando
te das cuenta que la dignidad con que viviste es tu capital, el otro – el
material- pasa a ser una cagada. Ni pelota le das. Mis hijos saben bien que los
únicos bienes materiales que recibirán son esta casa, la guitarra, los discos y
los libros. Nada más. Pero creo que también ellos van a ir por ese camino. A
esta altura muchos de la vereda de enfrente me creen resentido. ¿Resentido? No.
Yo tuve posibilidades de vender mi alma al diablo.
Tal vez la
cosa pase por ahí: tuvo la posibilidad y no lo hizo.
Me resulta chocante en las personas que
quiero y respeto, inteligentes y formadas ideológicamente, el estado de
sorpresa en que viven ante los hechos aberrantes que nos tocan vivir. No
tenemos más derecho a sorprendernos de las injusticias cotidianas. Lo que
vivimos es producto y resultado de un capitalismo salvaje y un consumismo que
ha demostrado su fracaso en todo el mundo. En los 90, Menem y su gente y ahora
los actuales funcionarios, dicen que la globalización es irreversible, que las
cosas hay que aceptarlas así porque no hay posibilidades de cambiar y que todo
lo demás son utopías. Bueno, si no tenemos utopías me pego de un tiro y chau.
Serrat decía
que si no tenemos utopías, la vida es solo un largo camino hacia la muerte.
Hay muchas maneras de expresarse. Marcelino,
mi viejo y otros en sus trabajos siempre dejaban una puerta abierta a la esperanza,
a un mundo mejor. Eso lo tengo incorporado. Muchos imbéciles me dicen que no le
canto a las injusticias. ¿Cómo no lo voy a hacer? Pasa que nunca he lucrado con
la protesta. A la protesta la tengo incorporada. Basta con mirar mi repertorio.
Lo que no hago es aprovechar las coyunturas políticas para hacer una canción.
Detesto eso. Hay tipos que viven pendientes de la denuncia pero en eso no hay
un hecho artístico. Eso debe ir acompañado de arte en lo político y en lo
musical.
Y de
conducta.
¡Eso ni hablar! Pero ¿Cómo hacemos para
escapar de la Tinellizacion? Yupanqui la tenía clarita con aquello de que “a la
gente no hay que darle lo que pide sino lo que se merece, o sea lo mejor”. Acá
todo el mundo vive pendiente del rating. Si no lo tenes te echan a la mierda.
Está todo al servicio del enemigo. Sin ir muy lejos, sé que muchos músicos
populares han ido a cantar a los cortes del Túnel. A mí también me vinieron a
buscar y les dije que no. Primero porque yo quiero la reforma agraria y ahí
nadie habla de eso. Segundo, porque soy antisojero y ahí nadie lo es. Ni de un
lado ni del otro. Porque el gobierno tiene un doble discurso: por un lado dice
que quiere eliminar la soja pero, por el otro, favorece a los pooles de
siembra, a los Grobocopatel, a los grandes intereses que manejan todo. Yo estoy
muy cercano a los movimientos ambientalistas, al Foro Ecologista sobre todo. No
a los otros, porque no me quiero disfrazar de verde para pelear contra el
desmonte o la contaminación del río. No. Para ser ambientalista hay que ser
anticapitalista. Vivir como se piensa parece casi imposible dentro de este
modelo. Pero intentarlo ya es un logro.
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