Por
José Pablo Feinmann
Cuando Sarmiento (en Facundo) plantea el antagonismo civilización-barbarie adhiere a una
visión de la historia en tanto conflicto. La diferencia que existe entre ambos
conceptos no expresa esa especie de canto a la diversidad en que han convergido
las filosofías posmodernas e hipermodernas. Hoy en día, la exaltación de la
globalización se hace desde la glocalización.
Lo global y lo glocal* expresan las
infinitas diferencias de una historia llena de matices, de significantes, de
polaridades. Asistamos a este espectáculo. Dentro de lo global nada es
semejante. Dentro de lo global estallan las infinitas diferenciaciones de la glocalización. De este modo, la historia
se transforma en el gran show de las diferencias. La diferencia es la antítesis
de lo Uno. Si lo Uno es lo único, la diferencia es lo Múltiple. Si lo Uno es
totalitario, la diferencia es la democracia de lo Múltiple. Falso de toda
falsedad. Sarmiento diría: Señores, la civilización es diferente de la
barbarie. Pero esa diferencia no debe mantenerse. Esa diferencia es
antagonismo. Es conflicto. La historia lo es. La civilización no busca dialogar
con la barbarie. No creemos que la historia se parezca a esa teoría de los
dialectos de ese italiano de nombre Gianni Vattimo. Los dialectos, en la
historia, no coexisten. La relación entre ellos es bélica. Un dialecto quiere
comerse al otro. Porque cada diferencia expresa una política, una economía, un
proyecto histórico. Las otras diferencias también. Se relacionan, no por la
complementación, sino por el conflicto. De aquí las frecuentes guerras. Toda
guerra se hace para anular las diferencias. Para que una diferencia se devore a
la otra, aniquilándola.
Sarmiento coincidiría con Marx
cuando éste dice que el objeto de la crítica “es su enemigo, a quien no quiere
refutar, sino aniquilar” (Introducción a
la Filosofía del Derecho de Hegel). La barbarie de los campos argentinos no
está ahí para ser amablemente comprendida para que celebremos lo diferente que
es la civilización, para que dialoguemos con ella y, por medio de ese diálogo,
nos enriquezcamos incorporando lo que de ella no hay en nosotros. Ella es, para
nosotros los civilizados, lo que el objeto de la crítica es para Marx: nuestro
enemigo. O la barbarie o nosotros. A todo enemigo se lo aniquila. Todo enemigo
es antagónico a nosotros. La historia –al estar el hombre animado por el
espíritu de dominación– es la lucha de unos para dominar a los otros. Todos son
diferentes. Pero en tanto enemigos. La civilización de Buenos Aires forma parte
de un vasto movimiento que es el de la racionalidad occidental. Los ingleses la
encarnan en la India. Los franceses en la Argelia. Los porteños en la
Argentina. La razón de Occidente debe aniquilar todo aquello que exprese un
sentido diferenciado del suyo, que es el único. Es lo mismo aniquilar a un
natural de la India. Que a un árabe del Islam. O a un gaucho de la campaña
argentina. Son lo Otro de la razón. Así, la razón occidental debe
universalizarse, eliminar las diferencias bárbaras y establecer el triunfo de
la civilización en todos los rincones de la Tierra. Facundo es uno de los más grandes libros del proyecto occidental,
de su razón, de su instrumentalidad bélica, de su colonización del hombre y de
la naturaleza.
*Glocal:
Palabra compuesta por global y local. El término "economía glocal" se
refiere a un proceso de internacionalización y regionalización de la economía,
y a una tercerización creciente, descentralización, interrelación y
privatización de las actividades económicas.
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